lunes, 10 de abril de 2017

Ecuador y los falsos dilemas



por Gustavo Montenegro




La victoria del candidato oficialista Lenin Moreno en los comicios ecuatorianos ha sido saludada por el progresismo continental como un freno al avance de la derecha.
Pero lo cierto es que el retroceso electoral del oficialismo ha sido estrepitoso: los resultados de la primera vuelta implicaron una caída de diecisiete puntos con respecto a la última reelección de Rafael Correa, así como la pérdida de la mayoría de dos tercios en la Asamblea Nacional. En el ballotage, el banquero Guillermo Lasso –que denuncia fraude y no reconoce los resultados- cosechó el apoyo de otras expresiones políticas y quedó a apenas tres puntos de diferencia del candidato del oficialismo.
El telón de fondo de este retroceso es la crisis económica. La caída de los precios del petróleo le dio un golpe demoledor a la economía ecuatoriana y mostró los límites insalvables de la ‘revolución ciudadana’, que montó sobre la bonanza petrolera y minera una importante malla de contención social pero sin proceder a ningún cambio de fondo en las relaciones sociales. El agotamiento de ese régimen (que Correa complementó con una política de cooptación y represión de los movimientos populares -quita de la personería gremial al gremio de maestros) ya estaba dado, no dependía en absoluto –contra lo que repitió hasta el hartazgo Página 12- del desenlace electoral.
Lenin Moreno, quien durante toda la campaña se cansó de aclarar que sería el presidente del ‘diálogo’ y la ‘unidad’, será el encargado de dar un salto en una política de ajuste que inició el mismo Correa, con medidas como el aumento del IVA.
Pese a las diferencias entre Lenin Moreno y Lasso en materia de política y exterior y en los ritmos del ajuste, la coincidencia entre ambos en la necesidad de avanzar en un recorte, que deberán pagar las masas, es nítida.
Sin mucho para ofrecer, las campañas de ambos candidatos en el ballotage tuvieron un enfoque negativo: unos enfatizaron el miedo al regreso a los ‘90; los otros invocaron el fantasma de una Venezuela devastada.
La izquierda y el centroizquierdismo ecuatoriano han cumplido un papel sumamente negativo, acentuando una polarización ficticia. El dato más notable es que todo un sector de los sindicatos y movimientos sociales se alineó expresamente con la candidatura del neoliberal Lasso, en nombre de derrotar lo que califican como un régimen dictatorial.
El primero en dar el apoyo a Lasso fue el general “Paco” Moncayo, que agrupó a estos sectores en la primera vuelta cosechando un 7% de los votos. Estos sectores no sólo hicieron un llamado a votar a Lasso sino que se encargaron de llamar expresamente –en una declaración suscripta por organizaciones de peso como la UGTE y la Unión de Educadores- a “no votar nulo o blanco porque favorece al candidato oficialista”.
El estalinista PCMLE (Partido Comunista Marxista Leninista del Ecuador), que fue a fondo en esta política, reconoció que ambas fórmulas “representan los intereses económicos y políticos de la gran burguesía” pero señaló que “nuestra postura busca propinar una derrota a la facción burguesa en el poder que se ha convertido en el enemigo político principal de los trabajadores” (En Marcha 1765, 30/3). Un círculo de nunca acabar: para derrotar a la facción burguesa en el poder, buscaron contribuir –sin éxito- a la victoria de la facción burguesa en la oposición. En definitiva, el criterio de este grupo implica la postergación indefinida de la construcción de una salida independiente de los explotados.

La nueva etapa que se abre en Ecuador reclama que el movimiento obrero, indígena y campesino asuma una fisonomía política propia.

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