viernes, 21 de diciembre de 2018

Navidades paganas



por Alejandro Guerrero



Notablemente, en casi todos los templos católicos cuelgan en estos días carteles que dicen “Navidad es Jesús” ¿Qué sucede que necesitan recordarlo con tanta insistencia?
Si el cristianismo fue, al decir de Karl Kautsky, “uno de los fenómenos más gigantescos de la historia humana”,[1] solo el Iluminismo del siglo XVIII se asomaría a una indagación científica de sus orígenes y sentido. El historiador inglés Edward Gibbon, que dedicó más de cuarenta años de su vida (entre 1744 y 1788) a escribir una monumental “Historia de la decadencia y caída del imperio romano”, dice con una ironía finísima que, a pesar de sus milagros resonantes y del impacto social de sus andanzas terrenales, ninguno de sus contemporáneos menciona a Jesús.
Séneca (4aC-65), impulsor del estoicismo filosófico que puede considerarse parte fundante del corpus ideológico del cristianismo (la filosofía de la decadencia), era hombre obsesionado por los profetas de su tiempo y confeccionó una larga y minuciosa lista de los muchos predicadores que por entonces recorrían Palestina; pues bien, no hay en ella ningún Jesús.
Plinio el Viejo, gran astrónomo (Roma fue pobre en astrónomos y matemáticos), fue un estudioso de los eclipses y su mecánica, y los describe detalladamente en su “Historia natural” ¿Cómo pudo pasársele el oscurecimiento de tres horas que siguió inmediatamente a la muerte del Cristo?
La primera mención a la existencia física de Jesús se encontraba en “Antigüedades judías”, de Josefo Flavio —nacido en el año 37—, pero luego se comprobó que se trataba de un agregado fraudulento hecho mucho después por un copista cristiano, ofendido porque el texto no hablaba ni una vez del Mesías.
Aquellas indagaciones de la ciencia dieciochesca sobre el cristianismo continuaron y culminaron en el siglo XIX, el de la victoria y la consolidación de la revolución burguesa que, al cargar contra el feudalismo y los monarcas absolutos, debió emprenderla también contra el rey de reyes, el papa de Roma. Sería la presencia del proletariado la que interrumpiría esos aires anticlericales de los patrones decimonónicos. Esa presencia haría, como dice Engels, que los burgueses alemanes volvieran a ayunar los viernes y a sudar en sus reclinatorios mientras soportaban interminables sermones protestantes. Fue el marxismo, la ideología de la clase obrera, el encargado de retomar aquellas investigaciones sobre el cielo y la tierra, y desenvolverlas a fondo. Mucho les debemos, en ese punto, a estudiosos como Kautsky o Lucien Henri, entre otros.
Pero volvamos al “Navidad es Jesús”.
En el Evangelio de Lucas (2,8) se lee que en el momento de la natividad de Cristo “había en la región unos pastores que pernoctaban al raso y de noche se turnaban velando sobre su rebaño”. De modo que, aun si se aceptara que el personaje en cuestión nació alguna vez, eso no podría haber ocurrido en diciembre, cuando el rigor invernal hacía imposible que pastor alguno pernoctara a la intemperie o que velara en las noches para cuidar su rebaño.
Así las cosas ¿por qué la Navidad en diciembre?
Se debe señalar, en principio, que se vivían tiempos de crisis histórica. El esclavismo, que había construido civilizaciones maravillosas como Grecia y Roma, se agotaba aceleradamente. La expansión romana no podía proseguir sino muy costosamente y se detendría por completo en el segundo siglo; a partir de entonces no haría sino retroceder. Las grandes extensiones agrícolas, las latifundia, empezaban a encerrarse en sí mismas y a transformarse en feudos.
Levantamientos de esclavos, como el de Espartaco en el 44aC, terminaban en masacres atroces (por otra parte, los esclavos no tenían ningún modo de producción superior que ofrecer: su victoria tal vez los habría convertido en amos, pero no podrían haber creado una sociedad de hombres libres). El esclavismo cedía desde sus cimientos y nada progresivo se avizoraba en su reemplazo. Por eso su derrumbe provocaría una enorme regresión histórica, un milenio de oscurantismo, de miseria física, moral e intelectual. Bien venía, entonces, una religión que proponía el abandono de toda lucha, el aceptar el sufrimiento y esperar el reino de los cielos después de la muerte. Eso era el estoicismo y eso fue el cristianismo.
Aquí resulta indispensable señalar que el cristianismo primitivo, perseguido ferozmente, vinculado con una suerte de comunismo rudimentario, fue el grito confuso pero rebelde de los parias de Israel. Cuando el régimen de los Césares llegara a su ocaso final, sería el momento de la derrota definitiva de aquel cristianismo, que ya era otra cosa, opuesta a sus orígenes, en el momento en que Constantino lo declaró religión oficial del Imperio en el siglo IV. En ese momento, sin embargo, la Navidad aún no existía.
El avance de la barbarie cristiana sobre la civilización antigua fue arrasador. Atila fue poco comparado con el grado de destrucción de la espada, el fuego y la cruz de los cristianos contra una cultura a la que no podían asimilarse y, por lo tanto, necesitaban aplastarla. No obstante, 2000 años de civilización no podían suprimirse con el único recurso de la represión, por más brutal que fuera. Así, la festividad más importante del paganismo, las Saturnales que en diciembre celebraban el solsticio de invierno, el día del Soli Invictus en el que la Tierra retorna al Sol después de la noche más larga del año; ese día, en fin, sería la Navidad de los cristianos, en el que era, al decir del poeta Cátulo, “el mejor de los días”.
La Saturnalia empezaba con un banquete público el 17 de diciembre y duraba siete días. A ese banquete estaban invitados todos: nobles, plebeyos y hasta los esclavos, que por un momento dejaban de serlo y eran servidos por hombres libres e incluso por sus amos. Se hacían sacrificios en honor de Saturno, el dios de la agricultura, y se encendían velas y antorchas por el renacimiento (la natividad) del Soli Invictus (la entrada del Sol en la constelación de Capricornio, el solsticio de invierno). Era, además, el momento en que había terminado la siembra invernal, de modo que se estaba en un periodo de descanso. Se celebraba en un ambiente de carnaval, se comía, se bebía y se intercambiaban regalos. (Las Saturnalia empezaron en el año 217aC, seguramente para levantar la moral del pueblo después de la derrota romana contra los cartagineses en el lago Tresimeno).
No solo era la Roma que hablaba en latín. Toda la Europa antigua y más allá, compuesta por pueblos de agricultores, festejaban el solsticio de invierno a partir del cual los días volvían a alargarse. Persia honraba, el 24 de diciembre, el nacimiento de Mitra, la divinidad de la luz, un culto que Pompeyo, conquistador del Asia Menor, llevó a Roma en el siglo II antes de nuestra era. Mitra, dice la leyenda persa, mató al toro sagrado cuya sangre, al mojar la tierra, hizo surgir todas las plantas y todos los animales. Mitra lleva un gorro frigio y se la representa en el momento de matar al toro con un cuchillo largo (algunos sostienen que las corridas de toros encuentran su origen ancestral en el culto a Mitra).
La primera mención comprobada al nacimiento de Jesús se lee en el Calendario Philocalus, del año 345. Allí se dice que el 25 de diciembre es Dies natalis Soli Invicti. En él se ponen a la par los nacimientos de Mitra y de Jesús.
En definitiva, el solsticio de invierno, que en el hemisferio norte dura del 25 de diciembre al 6 de enero (la Epifanía cristiana) fue la fiesta más importante de los pueblos indoeuropeos, y sobrevive hasta hoy en todas las culturas creadas por ellos (los carteles “Navidad es Jesús” son un intento inútil, casi patético, de continuar la lucha de 2000 años contra el paganismo). La Navidad empezó en la Europa suroriental del siglo IV, en la que confluían tradiciones griegas, egipcias, judeo-cristianas y otras del Oriente próximo. En las culturas de celtas, germanos e indios védicos esos eran los días en que se comunicaban el mundo de los muertos con el de los vivos, cuando se anunciaba el retorno del Sol y el renacimiento de la vida, que no muere con el frío invernal y reverdece en la primavera, en la Pascua.
Se trataba, en fin, de un rito pagano imposible de suprimir por la sola represión; por eso se lo coopta, se lo integra como hicieron los incas con las deidades de los pueblos que conquistaban y sojuzgaban. No fue sencillo. A tal punto no fue sencillo que todavía San Agustín (354-430), en sus Sermones, les pide a sus contemporáneos que el 25 de diciembre no adoren solamente al Sol y que recuerden también el natalicio de Jesús. No lo lograron nunca, y hasta hoy tienen que poner en los templos que “Navidad es Jesús”, lo cual, por otra parte, de ningún modo es así.
Fue, según parece, en el año 345 cuando Juan Crisóstomo y Gregorio de Nancieso incorporaron las Saturnales al rito cristiano-romano, y fundaron la Navidad para furia de los cristianos de la Mesopotamia, que los acusaron de idolatría pagana. Todavía durante el reinado del emperador Honorio (395-423) la Navidad se celebraba el 25 de diciembre solo en la Iglesia occidental, mientras la oriental aún festejaba la natividad en Epifanía, el 6 de enero.
Solo en el año 440 la Iglesia decide oficialmente conmemorar el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre; y será fiesta obligatoria recién en 506, por resolución del Concilio de Agde. Pero habría que aguardar hasta 529 para que el emperador Justiniano lo declarara día festivo.
Como se ve, el rito pagano de Saturnalia, con sus banquetes y sus regalos, no se suprimió jamás y aún hoy se celebra. En el siglo VII, Gregorio Magno quiso “cristianizar” la Navidad y pidió que se hicieran ayuno y penitencia en Adviento (las cinco o seis semanas previas a la Navidad), pero fracasó: su orden se derogó en 1918 sin haber regido nunca, salvo en una porción de la Iglesia oriental.
El intercambio de regalos propio de Saturnalia está representado por Santa Claus, que es en verdad el dios germano Thor, el más alegre, el que protegía los hogares que le consagraban un lugar especial en los altares caseros. Thor descendía por las chimeneas para encontrar su elemento: el fuego. Eran también las fiestas paganas de Jul, a fines de diciembre, cuando se plantaba frente a la casa un abeto adornado con pequeñas antorchas y cintas de colores: el árbol de la Navidad.
Por cierto, develar el origen de la Navidad (del cristianismo) no suprime el hecho de que “la angustia religiosa es al mismo tiempo expresión del dolor real y la protesta contra él. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo descorazonado, tal como es el espíritu de una situación sin espíritu. Es el opio del pueblo” (Marx, “Crítica a la filosofía del derecho de Hegel”). No los suprime, como el cristianismo no suprimió los ritos paganos por más que cuelguen carteles en las iglesias. La inexistencia física de Jesús no suprime tampoco su incuestionable existencia social, una construcción histórica de veinte siglos. Pero, en cambio, permite advertir cómo los hombres, según el modo en que producen su vida material y social, crean sus dioses a su imagen y semejanza. Los socialistas luchamos por un mundo sin suspiros de criaturas oprimidas porque toda opresión se habrá eliminado, un mundo sin miserias infames que necesiten buscar en fantasmas etéreos el clamor de la desesperanza. En el que ningún patrón ensotanado pueda amenazar a nadie con los fuegos del averno.
Cuando no haya amos en la tierra los cielos se verán libres de dioses.
[1] Kautsky, K.; “Orígenes y fundamentos del cristianismo”; en http://www.nodo50.org/ciencia_popular/articulos/Cristianismo.pdf

lunes, 17 de diciembre de 2018

Violación




por Laura Trombetta





Papá dice que soy su Reina.
Que es un secreto entre los dos.
Cuando estamos solos él me besa como a mamá.
A mí no me gusta, pero dice que todos los padres lo hacen.
A veces me toca ahí, y eso no me molesta, pero dice que es nuestro secreto y que todos los papás deben hacerlo con sus hijas.
Pero hoy me dijo que debía sacarme toda la ropa, al igual que él, que íbamos a jugar a ser como en la tele.
Me llevó a la cama y comenzó a tocarme, ahí abajo.
Dijo que a todas las mujeres  les gusta.
Pero a mí no.
¿Será que no soy mujer?
Soy chiquita, me dijo que cuando me venga la regla voy a tener un hijo de él.
Y lo vamos a querer y cuidar, como el de la Negra.
Pero ella no quiere decir quién es el padre.
Mamá se enojó mucho y le gritó a papa, pero él le pegó una bofetada y ella se calmó.
Después nadie volvió a hablar.
En la cama él se desnudó, y me mostro su pito.
Y me dijo: “Con esto te voy a hacer un machito”
Me metió sus dedos ahí abajo, y me dijo: “Viste estas recaliente”
A mí me dolió, y grité.
Se enojó y me tapó la boca con su mano.
—Callate, pendeja de mierda…
Y ahí sentí que me metía su pito.
—Así… así…  —decía.
Cerré los ojos, pero seguía doliendo.
Y de golpe me dio vuelta…
Y sentí que me dolía  más

Y él: “Qué culo hermoso, vale mil pajas”
—¡Papá me duele!
—Callate pendeja de mierda.
Volvió a taparme la boca.
Y de golpe se quedó quieto…
Se levantó, y me quede en la cama, sola…
—No tenés  que contarle a nadie, si no te cago a palos, calentona de mierda.
Y se fue…
Me quedé en la cama, llorando…
Al rato entró mamá, y me dijo. “Vestite pelotuda y andá a lo de la Mary a pedirle que te fíe un kilo de harina”
Me di cuenta de que tenía sangre entre las piernas.
Me vestí despacito y cuando salí de la pieza papá estaba tomando su cerveza con sus amigos.
Cuando pasé a su lado hablaban del siguiente trabajo.

miércoles, 12 de diciembre de 2018

A 100 años del asesinato de Rosa Luxemburgo (nota 2)


El oportunismo en la socialdemocracia




por Alejandro Guerrero



Rosa Luxemburgo tenía 19 años cuando el entonces canciller alemán, Otto von Bismarck, derogó la llamada “ley antisocialista”, que permitió al SPD tener vida legal, presentarse a elecciones y conseguir, cada vez en mayor número, diputados en el Reichstag. Rosa siempre vio con desconfianza esa actividad parlamentaria del partido, al que veía crecientemente domesticado. Pero vamos por partes.
Bismarck tenía su mayor preocupación interna en el crecimiento del socialismo (al punto que en 1871 concedió una tregua a Francia, con la que estaba en guerra, para que pudiera aplastar a la Comuna de París). Así fue que en 1878 dictó una ley de excepción que prohibía la existencia de los partidos socialistas —los obligaba a pasar a la clandestinidad— y ponía severísimas restricciones al funcionamiento de los sindicatos. Sin embargo, sus medidas no tuvieron el resultado esperado y el socialismo continuó su desarrollo. También aumentó la fuerza de las organizaciones sindicales. El asunto tenía su lógica férrea, porque desde la década de 1860 Alemania registraba un desarrollo industrial acelerado y, en consecuencia, una fuerte concentración proletaria contra la que no sirvieron los sindicatos amarillos creados por la patronal. Ese desarrollo derivó en la creación del Partido Socialdemócrata de Alemania en 1863, un año antes del surgimiento de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) o I Internacional.
Ante tal panorama, Bismarck entendió que el problema que le presentaba el movimiento obrero no podía solucionarse con la simple represión y dictó algunas reformas en favor de los trabajadores. Esas reformas, por otra parte, intentaban poner algún límite a una superexplotación que ya atentaba contra la reproducción misma de la fuerza de trabajo.
No obstante, las luchas obreras prosiguieron hasta culminar en una poderosa huelga general en 1889, mientras otra huelga de los mineros del Ruhr era fuertemente reprimida. En 1890 la ley de proscripción al socialismo había perdido todo sentido y fue derogada.
El desarrollo parlamentario de socialismo fue casi aluvional, y llegó a sobrepasar el millón de votos. En este punto resulta obligatorio detenerse. Marx había considerado siempre progresiva la unidad de Alemania, porque ello contribuiría a completar allí una revolución burguesa necesaria al desenvolvimiento de la clase obrera. Uno de los fundadores del socialismo alemán, Ferdinand Lasalle, llegó a respaldar a Bismarck porque el canciller promovía esa unidad. Tal posición condujo a Lasalle a un choque definitivo con Marx, quien sostuvo que se debía defender a los trabajadores del Estado prusiano y no al represor Bismarck.
Aquellas posiciones de Lasalle resultan del mayor interés, porque en ellas se advierte el origen del reformismo parlamentarista en las corrientes socialistas. Contra ese reformismo lucharía Rosa Luxemburgo intransigentemente durante toda su vida.
Lasalle sostenía que la humanidad estaba regida por oportunidades ajenas al control de los individuos y, por eso, el Estado debía hacerse cargo de la producción y distribución de bienes. En lo inmediato, Lasalle sostuvo las consignas del sufragio universal y las asociaciones de productores subvencionadas por el Estado. En su juventud había integrado la Liga de los Justos, devenida en Liga de los Comunistas después de los acontecimientos revolucionarios de 1848. En ellos Lasalle tomó parte activa y entabló una gran amistad con Marx, rota de la forma en que ya se dijo. Fundador también de la Asociación General de Trabajadores de Alemania (ADAV), fue promotor de la fusión de esa organización con la socialdemocracia, que se declaraba marxista. El programa surgido de esa fusión, el Programa de Gotha, fue duramente criticado por Marx y Engels por las concesiones que hacía, precisamente, a las ideas de Lasalle. Como se ve, las luchas internas dentro del socialismo ya se desenvolvían en plenitud.
En medio de esas luchas comenzó su actividad Rosa Luxemburgo. En 1893, con Leo Jogiches y Julián Marchiewski (Julius Karski) fundó el periódico “La Causa de los Trabajadores” (Sprawa Rabotniza), en oposición al nacionalismo del Partido Socialista polaco. Una Polonia independiente, sostenía Rosa, sólo podía surgir de una revolución proletaria en Alemania, Austria y Rusia. Por lo tanto, correspondía luchar contra el capitalismo y no por una Polonia independiente. En esa línea, llegó a desechar el derecho a la autodeterminación nacional. Ése sería uno de sus puntos de polémica más álgidos con Lenin.
Aunque Luxemburgo vivió casi toda su vida adulta en Alemania mantenía su condición de principal teórica y dirigente del partido polaco junto a Jogiches, su gran organizador. En 1898 Rosa obtuvo su ciudadanía alemana al casarse con Gustav Lübeck y se mudó a Berlín. Allí organizó el ala izquierda del SPD, ya en lucha abierta contra el llamado “padre del reformismo”, Eduard Bernstein. Bernstein sostenía que por su propio desarrollo, y con un poderoso movimiento obrero y sindical que impondría medidas más importantes cada vez, el capitalismo transitaría gradualmente hacia el socialismo en un proceso pacífico.
Rosa intervino en esa polémica con uno de sus libros más conocidos: “Reforma o revolución”.

martes, 4 de diciembre de 2018

De Boca Antifascista


LA FINAL QUE NOS ROBARON

La siguiente es una declaración de la la agrupación "Boca Antifascita" sobre los incidentes del sábado 1° y el domingo 2 en el estado de River, donde debía disputarse la final de la Copa Libertadores.







“Los que no están preparados son los que nos gobiernan y el único “acto de responsabilidad” del tándem Angelici – D’onofrio es con los negociados que le brindan las finales. Ambos promueven la reventa de entradas a sus barras adictas, dejando a los trabajadores (que sostienen a los clubes mes a mes) una vez más, mirando las finales por la T.V.” (…) “En síntesis Angelici y D'onofrio son coherentes con su clase social y actúan como empresarios: privilegian la ganancia de unos pocos por sobre las aspiraciones de millones de hinchas.” BOCA ANTIFASCISTA, publicado el 7 de Noviembre de 2018.

Crónica de una entrega: Zona liberada y Represión



El sábado pasado, el micro que trasladaba a Boca Juniors al estadio de River Plate fue apedreado en los ingresos por bandas de lúmpenes identificados con el equipo millonario, hiriendo a algunos jugadores de Boca. Este hecho fue, sin dudas, una "entrega" indisimulada por parte de las fuerzas represivas. Esto no sorprende, es una práctica constante para los visitantes en cada cancha del fútbol argentino y en cada barrio para favorecer el delito. Lo que sí resulta novedoso, en este caso, es que al estar vedado el público visitante, el modus operandi se desarrolló con el plantel profesional y fueron los jugadores los que sufrieron lo que normalmente padecemos los hinchas domingo a domingo: las zonas liberadas. No contentos con haber provocado la suspensión del partido, al retirarse los hinchas de River, desataron una brutal represión contra ellos.

Ni falla ni inoperancia: Interna y Connivencia



Del operativo conjunto participaron: Gendarmería Nacional, Prefectura y estuvo a cargo de la Policía de la Ciudad, quienes “escoltaron” al plantel visitante. Nótese que la Policía Federal quedó excluída pero sus ex agentes participaron como parte de la “nueva policía” de Larreta. Es necesario recordar que el traspaso compulsivo de miles de efectivos de la PFA a la órbita de la Policía Porteña, generó una resistencia por parte de los federales debido a que perdían cuantiosas sumas de dinero. Esta interna de servicios, que fue expuesta incluso con actos frente a la Legislatura, seguramente influyó en la “falla de seguridad”, eufemismo con el que Marcos Peña, intentó justificar el deficiente operativo. Otro elemento es el allanamiento, unos días antes, de la casa del “Caverna” Godoy, jefe de la barra de River, donde se encontraron 300 entradas válidas para la final y 7 millones de pesos. El “vuelto” por dicho allanamiento, está a la vista: se trató de una zona liberada pactada entre la yuta y la barra de River para que el partido no se juegue. No sería la primera vez que sucede una actuación en común entre barras y policías.
Días posteriores se halló en el Monumental, una máquina duplicadora de tickets y se utilizaban datos de estudiantes de la UBA para su confección. Como se desprende de todo ello, D’onofrio es parte del negociado millonario a pesar de que jura por sus hijos “no conocer a la barra”. Sucede lo mismo que en Boca, las dirigencias recaudan millones gracias a los negociados que mantienen con sus fuerzas de choque.

Acción Independiente de los Trabajadores



Ante esto, la reacción de los medios fue cómplice con la agresión y se alineó tras el discurso patronal del “show debe continuar” anunciando un nuevo horario para la final, conforme avanzaba el día. Pero ni Angelici, ni D’onofrio ni Fox, contaban con la resistencia de los trabajadores del deporte: jugadores y cuerpo técnico se negaron a trabajar en esas condiciones y salieron al cruce denunciando la instigación que recibían por parte de la Conmebol y sus propios empleadores. Por el lado de River, también advirtieron que no jugarían de esa forma. La reacción de los hinchas no se hizo esperar, primero yendo a la clínica Otamendi donde se encontraban 2 de los jugadores agredidos para apoyarlos y sobretodo repudiando a Angelici vía redes sociales (el #AndateAngelici y el #RenunciaAngelici fueron y son tendencia mundial). Esta acción independiente y de rebelión hacia su patrón, fue esclarecedora y permitió que millones de hinchas apuntaran a los verdaderos responsables: dirigentes, policía, empresas y ministros.
Tal fue la presión de jugadores e hinchas, que el tándem Angelici-D’onofrio, había dado su palabra y puesto la firma para asegurar que el partido se jugaría al otro día, pero tuvieron que soportar otra negativa 24hs después. Como muestra del repudio, en el hotel donde concentraba el plantel, las canciones ya no estaban dirigidas al eterno rival sino a la propia dirigencia de Boca: “Angelici botón, Angelici botón..” y “La Conmebol, la Conmebol..” fueron los hits del Domingo.
Este es el método que defendemos, si los trabajadores actúan de forma independiente, pueden torcer el brazo de sus patrones. Sin importar cuan poderosos sean ni la presión de las grandes empresas ni la ausencia de su propio sindicato (totalmente integrado a las dirigencias del fútbol).
Crisis y guerra de camarillas: Todos Expuestos
Además de sacar a la luz el gran negociado económico que gira entorno a esta final (derechos televisivos, reventa, operativos de inseguridad, etc) también se desató una guerra de camarillas entre los diferentes sectores que se reparten la torta del fútbol, provocando hasta la intervención de Mauricio Macri. En frases como la de D’onofrio: “hablé con Angelici para que use sus influencias en la justicia y no clausuren el Monumental” (cosa que efectivamente ocurrió) se refleja la corrupción y los arreglos que existen. Además, expuso la relación directa entre la dirigencia de River con la barra y el fraude con las entradas (al igual que en la ida). También a la Conmebol, que se maneja como un apéndice directo de CEOs empresariales y actúa con un criterio diferente según le convenga.
Es decir, los “hechos violentos” (que desde los medios siempre son imputados al hincha genuino y nunca a las mafias ni a las fuerzas de represivas), no han “manchado el futbol”, al fútbol lo manchan los empresarios que lo manejan. Y fue la acción independiente del plantel de Boca, la que expuso las presiones de dirigentes, representantes de Conmebol, empresarios de la TV, la FIFA y hasta de la terna arbitral.
Queda claro: lo único que realmente les importa es la ganancia, aún sobre la salud de los trabajadores, (jugadores e hinchas), aún sobre las leyes y los reglamentos existentes, aún sobre la voluntad de miles de socios, aún sobre el “espíritu deportivo”. En otras palabras, se cagan en millones de hinchas para favorecer el negocio de unos pocos.

La Copa Conquistadores de América



La incapacidad para organizar la final en la cancha de River por parte del Gobierno, los dirigentes, la confederación y la policía, habilitó una subasta sin precedentes de la final. Decenas de empresas se ofrecieron como posibles organizadoras poniendo a disposición estadios a lo largo y ancho del planeta. Por supuesto que nuestros dirigentes no se opusieron a esto en ningún momento y esperaron sentados al mejor postor.
También fue la oportunidad para que los titulares de Conmebol cumplan su sueño: una final única en cancha neutral. Que sea España la sede elegida es el síntoma de que el régimen de camarillas que conduce el deporte continental nos lleva de la mano al precipicio y que el “modelo europeo” no es otra cosa que el anhelo cipayo de agigantar sus negocios.
Los verdaderos perjudicados de esta estafa son los hinchas que viven de su trabajo, quienes no podemos acceder a los desorbitantes precios de entradas ni a viajes al extranjero (mucho menos fuera del continente), en un contexto de ajuste sin precedentes.
Nos han robado el sueño de la final, pero existe una salida para que no terminen de robarnos el fútbol: organizarse y recuperar los clubes en manos de sus hinchas.
- RENUNCIA DE ANGELICI Y ASAMBLEA DE SOCIOS Y NO SOCIOS PARA REORGANIZAR AL CABJ SOBRE NUEVAS BASES.
- FUERA LAS BARRAS DE NUESTROS CLUBES Y TODOS SUS CÓMPLICES.
- SOLIDARIDAD CON LOS HINCHAS DE RIVER REPRIMIDOS E INJUSTAMENTE DETENIDOS EL FIN DE SEMANA.
- ABAJO LA CONMEBOL DE LAS EMPRESAS.
- QUE SE JUEGUE LA FINAL EN CANCHA DE RIVER Y CON PÚBLICO.
- NO AL MODELO EUROPEO CIPAYO Y ANTIOBRERO.

lunes, 3 de diciembre de 2018

A 100 AÑOS DEL ASESINATO DE ROSA LUXUMBURGO (nota 1)



Contra un cadáver hediondo






por Alejandro Guerrero





“Desde el 4 de agosto de 1914 la socialdemocracia alemana es un cadáver hediondo”;[1] con esta máxima entrará el nombre de Rosa Luxemburgo en la historia del movimiento obrero mundial. Mientras tanto, en el patio trasero del movimiento obrero, en el estiércol, gallinas como Paul Levi,[2] Scheidemann,[3] Kautsky[4] y toda su cuadrilla seguirán cacareando sobre los errores de la gran comunista. A cada uno lo suyo”.

(Vladimir I. Lenin, sobre la muerte de Rosa Luxemburgo)


Desde muy temprano Rosa Luxemburgo conoció la represión, como que había nacido bajo la bota rusa en el Zarato de Polonia[5] el 5 de marzo de 1871.
Su padre fue un comerciante en maderas, Eliasz Luxemburg, y su madre Line Löweintein. Se trataba de una familia de polacos judíos, de modo que desde muy pronto Rosa conoció el horror de los pogromos. Además, un defecto de crecimiento y una dolencia en la cadera la dejaron con una renguera permanente. Los pogromos no abundaban tanto en Varsovia, de modo que allí marchó la familia en 1880 y Rosa ingresó en el liceo. Allí, a sus 15 años, se incorporó a “Proletaria”, un partido polaco de izquierda que había sido fundado en 1882. “Proletaria” fue trágicamente desbaratado poco después, durante una huelga general: cuatro de sus dirigentes fueron condenados a muerte y otros se reagruparon en la clandestinidad. Rosa se incorporó a uno de esos agrupamientos clandestinos.
En 1887 se recibió de bachiller con notas sobresalientes, pero debió huir a Suiza por una orden de captura contra ella. Comenzó a estudiar en la universidad de Viena, donde se vinculó con Anatoli Lunacharsky —primer Comisario de Instrucción Pública del gobierno bolchevique, fue un impulsor del “arte proletario” y el “realismo socialista”; en 1933 se lo designó embajador en España pero falleció antes de asumir el cargo— y a Leo Jogiches, un gran organizador.
Mientras tanto, Rosa estudiaba en Viena filosofía, historia, ciencias políticas, economía y matemática. Se especializó en teoría del Estado, Edad Media y crisis económicas y de intercambio.
En 1893 Rosa y Jogiches fundaron el Partido Socialdemócrata del Reino de Polonia (SKPD), más tarde Partido Socialdemócrata del Reino de Polonia y Lituania (SDKPIL). Rosa y Jogiches tuvieron una relación amorosa que perduró durante todas sus vidas, aunque nunca pudieron convivir. Jogiches fue, al igual que Rosa, miembro fundador de la Liga Espartaquista luego de la ruptura de la socialdemocracia alemana. Después del asesinato de su mujer, fue también él asesinado en marzo de 1919 mientras investigaba los crímenes contra Rosa y Liebknecht.
Ya llegaremos a los acontecimientos de 1919 que terminaron con esos asesinatos. Adelantemos ahora que el levantamiento de enero de ese año se hizo contra las posiciones de Luxemburgo, que de todos modos lo acompañó. Aquella insurrección frustrada fue vencida por el ejército pero sobre todo por los felkorps, una organización de paramilitares reclutados por la República de Weimar después de la desmovilización posterior a la guerra, con la complicidad abierta del Partido Socialdemócrata. Centenares de militantes y activistas fueron encarcelados, torturados y asesinados por aquel grupo de choque que empezaba a preparar la llegada de Adolf Hitler.
Sí, eran un cadáver hediondo.


[1] El 4 de agosto de 1914 comenzó la I Guerra Mundial, llamada entonces La Gran Guerra, que involucró a casi todos los países de Europa en medio de una ola de euforia, mezcla de patrioterismo y xenofobia, en todos ellos. Ese día, por pedido del emperador Guillermo II, de la casa Hohenzollern, el Reichstag (parlamento) alemán votó los créditos de guerra solicitados por el gobierno para la inmediata movilización de las tropas. Todos los partidos votaron en favor de esa demanda, incluidos los diputados del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), opuesto hasta entonces a la guerra por considerarla una matanza de trabajadores en defensa de los intereses imperialistas de cada nación. Karl Liebknetch, férreo opositor a la guerra, votó en favor de los créditos por “disciplina partidaria”, cosa que Rosa Luxemburgo le reprochó en términos durísimos. El PSD tenía entonces 1 millón de miembros. “El voto del 4 de agosto ha quedado registrado como una de las experiencias trágicas de mi vida”, diría Trotsky. Lenin añadió: “La II Internacional ha muerto, vencida por el oportunismo”.
[2] Paul Levi (1883-1930), dirigente del SPD y luego del Partido Comunista (KPD), su líder desde el asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknetch en enero de 1919. Expulsado del PC por hacer públicas sus tácticas, se integró al Partido Socialdemócrata Independiente (USPD). Finalmente volvió al SPD cuando este partido ya se había derechizado por completo.
[3] Philipp Scheidemann (1865-1939), primer canciller de la República de Weimar que determinó el principio del fin de la revolución alemana de 1918/1919. Diputado desde 1903, fue el líder de la mayoría belicista del partido junto con Friedrich Ebert. Cuando los socialdemócratas fueron incluidos en el gobierno durante la regencia del príncipe Maximiliano de Baden en noviembre de 1918, Scheidemann fue incluido como ministro sin cartera, en la práctica jefe de gobierno. Días después, el 9 de noviembre, el príncipe dimitió y el nuevo gobierno, conducido por Ebert, propuso instaurar una monarquía constitucional. Entonces Scheidemann proclamó unilateralmente la República desde un balcón del Reichstag, temeroso de que se produjera una insurrección de obreros y soldados en Berlín.
[4] Karl Kautsky (Praga, integrada entonces al poderoso imperio austro-húngaro, 1854; Ámsterdam, 1938). Destacado teórico marxista, volveremos a encontrarnos con él varias veces en el curso de estas notas.
[5] Zarato o reino de Polonia o Polonia rusa. Fue creado en 1815 por el Congreso de Viena, que constituyó la Santa Alianza inmediatamente después de la caída de Napoleón Bonaparte. El Zarato fue en buena parte sucesor del Gran Ducado de Varsovia, instaurado por Napoleón en 1908 para restablecer el Estado polaco, siempre partido y repartido. Aplastado militarmente el levantamiento polaco de 1830, el país fue integrado al imperio ruso hasta 1915, cuando quedó en manos de Alemania durante la Gran Guerra.

miércoles, 28 de noviembre de 2018

A 100 AÑOS DEL ASESINATO DE ROSA LUXEMBURGO




"El río de Heráclito" publicará, a partir de la primera semana de diciembre, una serie de artículos sobre el centenario del asesinato ce Rosa Luxemburgo

martes, 27 de noviembre de 2018

El niño muerto



por Silvia Coronel





El niño muerto

Una corriente fría partió el  calor de  noviembre en  el noroeste de la ciudad de Santa Fe: un niño había sido muerto a golpes en su hogar. Un hogar que, como tantos, se había convertido en lugar de muerte casi casual.
Tomás se llamaba el chico. Iba a primer grado.
Aquella mañana los maestros pusieron la bandera a media asta ¿Qué otra cosa se les podía ocurrir?
El sol blanquea las calles de tierra bordeadas de veredas desparejas. Sobre ellas se han ido acomodando las  casuchas. Ahí se sobrevive de changas y rebusques. A veces el rebusque es quedarse con algo ajeno, como sea.
Frente a la puerta de la escuela la ronda de madres se rozaba, como para comprobar que seguían vivas, y su parloteo se encimaba.
Eva, de piel cetrina, obesa, con sus brazos cruzados, reunía toda la atención porque había sido testigo de primera mano.
“… golpié y no me atendían y yo escuchaba que adentro la hermanita, la Leila, no dejaba de llorar, Entonces entré y  vi al nene tirado en la cama, todo moreteado. Le salía  un líquido por la boca y tenía  los ojitos abiertos, como mirando el techo por donde se le habrá ido el almita, que Dios lo tenga en gloria pobre angelito. La madre, sentada en una silla al lado de la cama, lo miraba y le espantaba las moscas. Me dijo que estaba esperando que despierte, que al Mingo se le había ido la mano. La que salió espantada fui yo, direto  a llamar al 911 ¡Qué ambulancia ni ocho cuartos! Se notaba que el nene estaba muerto de hacía rato. Cuando llegó la policía la Dalila ya no estaba. La nena, que también estaba toda golpeada, no quería soltar el cuerpito del hermanito. Se llevaron a los dos. A los hijos de puta los agarraron más tarde, a los dos juntos. Al  Mingo lo conozco de chico, es del barrio; ella no, vino de un pueblo con los dos  hijos. No, no eran de él… ¿que cuál es Mingo? Es el mayor de los Giménez, el que cartoneaba de chico con el padre, sí… que lo hacía trotar al lado del carro con los perros. Sí, sí, a los rebencazos lo llevaba al Mingo, hasta que se le rebeló y se fue por ai. Vivió en la calle un tiempo, dos por tres salía de alguna comisaría hecho hilacha y ahora dio con ésta… No entiendo cómo le fue a pegar así a esa criaturita…  la hija de puta era ella; yo supe verla cuando les castigaba, les daba golpes como para  atravesarles los cuerpitos, como si le pegara a otra cosa con furia... ¡Qué podría hacerle un chiquito! ¡Seis añitos, por Dios! ¿Viste la carita de ese nene lo que era? Una dulzura. Mirá, hace como un año el juez se los había sacado; fue una noche después que  les había dado tal paliza que  los nenes se fueron y  anduvieron caminando por ai  hasta que una policía los encontró  y los llevó al hospital… Después que les curaron los golpes los mandaron con unos parientes de ella en un pueblo; ¡A la “señooora”  la mandaron a una psicóloga! A principio de año ya estaban de nuevo en Santa Fe y hace un par de meses de nuevo con ella. La verdá no sé qué hacen estos jueces, volver a poner a esas criaturas en la boca del lobo...”
El asiento de Tomás no quedó vació: en él se sentó la muerte, que apagó los colores de los carteles y dibujos colgados en la pared. Los niños descubrían lo ya sabido: te pueden matar de una paliza.
De poco sirven los abrazos de porteras y maestras, que naufragan en esos ojitos anegados.
Las cicatrices se develan en laberintos de burocracia por donde desaparecen vidas de niños. O de maestras.
Después empezaron a hablar de lo apremiante: juntar los pesos para velar a Tomás, aunque sea en una caja de cartón.

Silvia Coronel


miércoles, 14 de noviembre de 2018

El Pozo




por Laura Trombetta



El tiempo era simple para Elías. Su pueblo, como tantos… Lo singular era la fuente. El trabajo de Elías, ocuparse de ella. En medio de la avenida principal. Frente a la Catedral y la Municipalidad. Nadie sabía como llegó ahí, ni quién la había colocado. Un lugar impropio. Por las tardes, cuando alguien hundía sus manos en ella, el agua se coloreaba. Azul para los enamorados. Amarillo para los solitarios. Rojo para los egoístas. Verde para los saludables. Violeta para los envidiosos. Negro para los amargados. Así los habitantes eran descubiertos en sus miserias y bondades. Nadie ponía las manos allí en presencia de otros.
Una tarde, la primera visitante fue una niñita. El agua no tomó ningún color especial. Agua, sólo agua, incolora… Nadie sabía por qué representaba. Los vecinos se reunieron y durante semanas aquello fue tema de discusión. Que la pureza. Que la virginidad. Que la inocencia. Que la ingenuidad… Nadie más que la niña se acercó. Todas las tardes jugaba y hundía sus manitos. Sola. Todo el pueblo estaba feliz. Todos espiaban. Una tarde de mayo, la niña no apareció. Con el Intendente a la cabeza, una gran muchedumbre se encaminó hacia su casa. Y allí, en una de las habitaciones, sobre la cama de sus padres, reposaba. Los ojos cerrados. Sus padres, entrelazadas las manos, lloraban en silencio. La mañana siguiente, todo el pueblo acompañó el cortejo hasta el cementerio. Nadie volvió a la fuente. Elías la tapió.

viernes, 9 de noviembre de 2018

El camino por la Puna de don Juan Lavalle

El amor de Damasita Boedo





por Ana María Pérez



Camino a la Puna jujeña, en un lugar entre Tres Cruces y La Quiaca vivía doña Isabel Mamani. Decían que tenía como cien años, ni ella lo sabía con exactitud. Don Cosme era el guía de aquel hombre que decía ser escritor y andaba averiguando sobre una historia que quería escribir. Un dato que había obtenido en Tucumán debía ser corroborado por esa viejita.
El camino se volvió agotador. Habían pasado de Humahuaca y el paisaje se hacía cada vez más árido. Ya ni siquiera se veían esos cactus, centinelas de los cerros según los lugareños. Piedra y algunos guijarros más la altura, el sol quemaba al mediodía y la noche congelaba. Entendió el hombre buena parte de la historia que perseguía.
Don Cosme conocía varios ranchos en la región y a la noche se acercaban para pedir refugio y provisiones. Él era pariente de casi todos por allí. Los recibían en silencio y compartían lo poco que tenían a cambio de unas monedas. Sólo cuando el forastero explicaba la causa de su búsqueda empezaba la charla. Todos conocían o decían conocer a alguien que fue con ellos.
—Por acá todos saben bien lo que le pasó a Juan Lavalle y a la Damasita Boedo. El que no, cobijó al cadáver del hombre y a sus soldados, y los acompañó un trecho. Y esa vieja que usted busca era la mucama desde chiquita de la Damasita y se vino con ella desde Salta.
Por suerte Don Cosme era conversador y matizaba el viaje con sus narraciones y con sus acullicos de coca o dientes de ajo para que pase el apunamiento.
Después de tres días de viaje a lomo de mula desde Jujuy llegaron a una especie de oasis en medio de los cerros. Vieron unos álamos doblados por los vientos y algunos corrales con unas pocas ovejas y cabras. Según bajaban hacia el rancho de adobe se veían plantas y una pequeña huerta. Cerca, un arroyo.
Salió a recibirlos doña Isabel, muy amable.
—Pase hombre, pase. Acá hay poco que ofrecer pero buena voluntá— Y comenzó a contar su historia.
—Me llevó mi tío a Salta pa'trabajar con los Boedo. Este rancho era de mi papá, éramos muchas bocas pa’ comer y poco pa'dar. Así nos fuimos a Salta o Jujuy a servir. Yo tenía que acompañar a la Damasita. Éramos casi de la misma edá pero ella era más corpulenta que yo. Muy linda, con esos ojitos celestes como el cielo y su pelo rubio. Ella me enseñó a leer y escribir.
Mientras contaba su historia preparaba unos mates y unos trozos de pan.
—Allá, en esa finca de los Boedo, trabajaba también una prima de mi mama, la Amanda Mamani. Era la cocinera y las que nos mandaba a todas las sirvientas. Ella me cuidaba a mí y yo a la Damasita. Se reía y mostraba su boca grande, desdentada, mientras seguía por largo rato mirando el fuego.
—La tía Amanda tenía un hijo, el Juliancito, que fue después mi marido. Él era hijo de unos vecinos de los Boedo. La tía, cuando era chica, también tuvo que ir a trabajar igual que yo. Estaba sirviendo en una finca vecina de los Boedo, y el hijo de los patrones la agarró a la fuerza. Ahí quedó preñada, cuando la patrona le vio la panza le preguntó de quién era el crío. Le dijo la verdá y la echó cuando fue a parir. Con el crío en brazos estaba llorando en la recova frente a la plaza. La patrona la vio y se la llevó pa'que cocine y sabía cocinar rico. Otra vez la sonrisa desdentada y el rato de ausencia.
Entonces el escritor, ya ansioso por llegar a la parte del relato que buscaba, la interrumpió para ir al grano.
—¿Usted sabe qué pasó con Lavalle y Damasita?
La vieja se despertó de su sueño de recuerdos y ofendida le contestó;
—Usted, jovencito ¿qué se cree? Yo volví a este lugar acompañándolos cuando los soldados de ese Rosas lo buscaban a Lavalle. Mire, se dijeron tantas cosas. Que él la robó, que  la familia la mandaba para matarlo al general en venganza porque él había matado a su primo que era federal. Lo cierto es que ellos se enamoraron apenas se vieron. Ella lo quiso acompañar, estaba durmiendo con él la noche que lo mataron en esa casona de Jujuy. Juliancito trabajaba con los unitarios de Lavalle así que los dos nos vinimos para acá acompañándolos. Yo vi cómo sufrió ella con su muerte y cuando tuvimos que salir con el muerto huyendo de los federales.
Allí otra pausa y otra ausencia. Cien años dicen que tenía. Llegó entonces una jovencita que vivía con la vieja, una nieta que era pastora. Ya atardecía y volvía con su huso hilando la lana que cambiarían luego por harina, yerba y azúcar. La vieja se despabiló al oírla llegar y siguió.
—Cuando lo mataron al general el soldado que quedaba a cargo de la partida le dijo a la Damasita que se vuelva a Salta… ¿Y sabe quú le contestó ella? “Una mujer de mi posición social que hizo lo que yo hice, no puede volver a su sociedad sin ser repudiada” Así que seguimos viaje con el muerto. Llegamos a Tilcara y ahí lo velaron al hombre. Al alba tuvimos que seguir porque les avisaron que los otros estaban llegando. Al mediodía, con ese sol que raja la tierra, el muerto hedía así que a orilla del río grande, en Huacalera, se lo descarnó, se puso los huesos y el corazón en una urna con no sé qué menjunje y a la carne la enterraron. Ella, pobrecita, era un desastre llorando, toda insolada con esa piel tan blanca. Cuando llegamos acá descansamos un rato. Yo ya no podía seguir porque estaba preñada. Ella se fue con los hombres hasta el Potosí. De ahi no la vi nunca más pero me escribió una vuelta y me mandó unos regalos con unos de mis changos que trabajaba en Salta. Ella fue a ver a su madrecita enferma y dicen que estaba más linda que nunca.
Buena parte de la información que buscaba el escritor estaba en ese relato. Faltaba saber qué destino corrió después la Damasita. Ya era entrada la noche. La viejita se dormía en su hamaca y era hora de descansar. Al día siguiente vería qué otro dato lograba.
Esa noche poco pudo dormir por la emoción de encontrar a esta mujer que revolvía entre sus recuerdos experiencias oscuras y dolorosas, contadas con orgullo. Una espectadora viviente de hechos sangrientos de la historia. Sin embargo poco más tendría para agregar ya que doña Isabel Mamani no siguió siendo testigo. Sólo el relato del relato de algunos que pasaban y se llegaban a saludarla, los hijos que se fueron  cuando en algún acontecimiento regresaban,  traían los chimentos de la ciudad. Esa hamaca vienesa que tanto atesoraba, algunos cacharros de cocina y un hermoso armario con gran espejo era una carga de regalos enviada por Damasita después de un tiempo de peregrinar por el Alto Perú y terminar en Chile, con un amante muy rico, un tal Billinghurst que Isabel Mamani no conoció.
Su vida continuó en el lugar donde había iniciado con más experiencias de las que cualquier mujer de allí podría siquiera imaginar. Así entendió el joven escritor que con esos datos terminaba su incursión por aquellos largos, solitarios, polvorientos rincones de la Puna.

miércoles, 7 de noviembre de 2018

Irredentos



por Eugenia Cabral




Los poetas de Córdoba sobrevivientes a la era
del Terrorismo de Estado somos unos perdedores.
Cuando no nos encierran en los manicomios,
nos volvemos alcohólicos, nos secuestran a los hijos,
nos quita la vivienda un estafador, 
nos suicidamos a los veintiún años,
somos indígenas y usamos peluca rubia,
en pro de la salud dejamos de fumar tabaco
para fumar marihuana, o fumamos tabaco
para salvarnos de la locura;
nos cambian de domicilio por el solo hecho
de haber realizado un viaje a otra ciudad;  
viajamos constantemente de ciudad en ciudad;
trabajamos en la recolección de basura
y un día encontramos al fondo del depósito
un libro de Alfonsina Storni que nos abrirá a la poesía;
nos niegan un gran premio y declaramos haberlo obtenido;
necesitamos cambiar de rumbo estético
tras una operación de columna,
o tras un accidente de tránsito,
que nos haya postrado por largo tiempo,
sorprende el cáncer a los veinticuatro años y nos aniquila
después de haber conocido las maravillas del amor;
dejamos un arcón de madera lleno de manuscritos
en la casucha de una pensión miserable;
nos dedicamos poemas unos a otros sin saber
que las dedicatorias son llave de rupturas;
nos volvemos casi ciegos leyendo
hasta en las paradas de ómnibus;
nos atenazan los ataques de pánico hasta desmayarnos;
los maridos y las esposas nos despojan de nuestros bienes,
o nos persigue la miseria durante toda edad, todo esfuerzo;
nos consume la pasión erótica hasta obnubilarnos;
sabemos tantísimos sonetos de memoria,
componemos tantísimos sonetos cuasi perfectos;
publicamos nuestros libros pagándole a un editor,
nos endurecen la envidia y el resentimiento
hasta el punto de negar a nuestros pares,
nos pasamos la vida buscando libros
que probablemente se hayan salvado de la quema
realizada por la dictadura militar;
nos volvemos peronistas después de haber sido marxistas;
fuimos trotskistas siempre, perretianos siempre;
nos pasamos las noches y los días buscando
la manera de editar libros y revistas, nos gastamos
la mayor parte de nuestros salarios adquiriendo
libros nuevos o usados, desconocidos o agotados;
reivindicamos la producción de un autor
sólo para defenestrar a otro;
nos lloramos sin haber luchado,
reunimos dineros y firmas para nobles causas,
reivindicamos los poemas de un autor
que ya nadie querría leer;
vivimos queriendo ver el mar
porque somos mediterráneos,
nos dividimos en gremios y asociaciones;
antes éramos pocos y ahora, muchísimos;
olvidamos los nombres y las obras
de nuestros antepasados;
al final juntamos los pesos necesarios
y llevamos nuestro libro a la imprenta más barata;
practicamos la endogamia hasta el colmo de formar parejas
entre nosotros mismos, después nos divorciamos…
en suma, no tenemos redención,
pero vamos teniendo biografías.

viernes, 26 de octubre de 2018

Sheila: un crimen desde lo profundo de la oscuridad


“El narcotráfico y la xenofobia son parte de la vida cotidiana”





por Alejandro Guuerrero



El llamado “Campo Tupsay” (del guaraní Tupsӑy, que significa Virgen María), está en Trujuy, una barriada que pertenece en parte a Moreno y en parte a San Miguel. Se encuentra en Camino del Buen Ayre y Ruta 23. Lo del narcotráfico y la xenofobia lo dice la abuela de Sheila, la niña violada y asesinada, y el periodista añade: “Dicen quienes viven ahí que el narcotráfico es cosa de todos los días” (Clarín Zonales, 23/10). Ahora, desde que ocurrió el crimen, ese predio de 20 mil metros cuadrados (dos manzanas) está militarizado por la Bonaerense y Gendarmería, y dicen que el juicio de desalojo comenzado en 2009 por la recolectora de basura Panizza, podría acelerarse.
Hasta ese año funcionaba allí una bailanta paraguaya pero fue clausurada. Entonces la compró Panizza y comenzó el juicio de desalojo de unas 50 familias que viven hacinadas en ese lugar, en la marginalidad, en la peor miseria material y moral. La degradación y la descomposición de las franjas más empobrecidas de la sociedad, las que quedaron afuera de todo, tienen allí una pintura atroz, indecible.
Tupsӑy es un predio cerrado con portones de hierro, muros, árboles y casas precarias. Ahora, la Bonaerense y Gendarmería han cerrado el lugar, si bien no impidieron que vecinos de otros barrios lo atacaran a piedrazos después del crimen de Sheila. “Antes no se veía a ningún patrullero dando vueltas, dice Mariela, del aledaño barrio Mitre” (ídem). En tiempos pretéritos, el vecindario de los aledaños cruzaba ese barrio para llevar a sus hijos a la escuela 18; ahora, en cambio, caminan ocho cuadras para rodearlo. El asunto tiene su lógica: nunca se ven patrulleros “dando vueltas” cuando “el narcotráfico es cosa de todos los días”. El narcotráfico en esa escala es imposible sin respaldo policial.

El gallo ciego

“Yo soy ciego y no veo nada
A quien diere no se me da nada”

Dicen las viejas historias que el juego del “gallo ciego” comenzó a practicarse en Francia hace mil años, después de que un caballero llamado Colin Mallard quedara ciego en una batalla y, sin soltar su espada, se negó a que lo curasen y siguió peleando hasta morir. El rey mandó que en los torneos siempre luchara un caballero con los ojos vendados para recordar el coraje de aquel hidalgo.
Con los años el “juego” se reprodujo en las aldeas pero con niños a partir de los 9 años. Luego de recorrer el mundo durante un milenio, aquella brutalidad llegó al Bajo de Buenos Aires, a los tugurios del Paseo del Prado (hoy Leandro Alem), traída por marineros que se divertían y apostaban con la sangre de chicos de entre 10 y 13 años.
La costumbre nunca se perdió, aunque lejos de toda hidalguía e incluso de aquellos divertimentos del Bajo porteño.
En los barrios más marginales —más que las villas— se ha instalado la costumbre de la “riña de niños”. La abuela de Sheila cuenta que la chica de 10 años, el sábado anterior a su asesinato, fue obligada por su padre a pelear contra otra nena de su misma edad, “El padre la obligó (…) la hacían pelear por plata”, añadió la mujer (Diario Popular, 20/10). El crimen de la chica ha puesto a la luz pública una práctica antigua, oscura, de la que el público en general sabía muy poco.
El especialista en seguridad Luis Vicat explicó: “La modalidad de utilizar menores en combates feroces se viene registrando en lugares de extrema vulnerabilidad de las víctimas” (ídem), y agrega: “En barrios de emergencia siempre se apostó en competencias entre niñas y niños (…) campeonatos de fútbol donde vale todo”, en las que fracturas y aun lesiones peores son más que comunes.
En cuanto a las peleas, dice Vicat: “Para las apuestas se eligen diferentes categorías, siempre con nenas menores de edad (…) las peleas pueden ser entre chicos, niñas como en el caso de Sheila (…) o mixtas, con parejitas enfrentándose” (ídem).
Los combates ni siquiera se hacen al aire libre. En esos clubes también luchan —en una parodia de boxeo— personas adultas, sin guantes. “Siempre se apuesta por dinero o su equivalente a un monto en drogas”.
Las apuestas generan deudas, venganzas, ajustes de cuentas y hasta homicidios. En esos barrios hay códigos y leyes internas que impiden decir que no. Todos callan, nadie denuncia, el acatamiento es la norma. La aberración se ha vuelto rutinaria, desapasionada, banal, diría Hanna Arendt. Por cierto, quien quiera juzgar estas cosas desde el punto de vista de la moral burguesa o pequeño burguesa no logrará entender nada. Como dijera hace un siglo Roberto Arlt: “El que haga la apología o la nostalgia de esos barrios sólo puede ser un izquierdista pequeño burgués que sólo conoce de la pobreza a su propia sirvienta”.

Víctimas y victimarios

La autopsia preliminar hecha al cadáver de la niña martirizada muestra señales de abusos sexuales antiguos. En la vulnerabilidad de esos barrios, los más vulnerables son los niños. El padre obligaba a la niña a pelear, sus tíos abusaban de ella como seguramente hacían otros parientes sin que nadie, ni siquiera sus padres, vieran la abyección como una anormalidad. Por el contrario, la abyección es allí la norma. Se trata de un terreno en el que víctimas y victimarios se confunden: los tíos que supuestamente asesinaron a Sheila seguramente fueron abusados ellos mismos desde que tenían meses. La banalidad del mal. Además, la pareja convivió días con el cadáver de la niña dentro de su casa, algo que ha ocurrido muchas veces. La relación con la muerte en los últimos escalones de la sociedad es distinta.
Y corresponde volver al principio: “el narcotráfico es cosa de todos los días”. Y donde el narcotráfico es cosa de todos los días (incluso la madre de Sheila se dedicaba a la venta de cocaína al menudeo) está presente la policía. Es imposible que no lo esté.
Correspondería preguntarse, así, por qué los sospechosos fueron interrogados (y allí “confesaron”) en una repartición policial y no en sede judicial, de modo que la tal “confesión” no tiene valor legal alguno ¿Se trató de un interrogatorio o de una negociación para que los acusados no dijeran ciertas cosas?
Otras dudas al pasar: ¿Por qué Policía Científica llegó cuando un tropel de agentes estaba allí desde hacía por lo menos media hora, de modo que la contaminación de la escena del crimen se volvía inevitable?
Será, seguramente, un asunto destinado a perderse en la bruma de otros casos. De lo contrario, dejaría mucha tela para cortar.