miércoles, 17 de enero de 2018

Túnez, donde empezó la Primavera Árabe, vuelve a rebelarse

Aunque el gobierno tunecino es considerado el único “democrático” de la región, las movilizaciones fueron reprimidas fuertemente. Una Ley de Presupuesto dictada por el FMI y la Comisión Europea golpea las ya miserables condiciones de vida de la población y desencadenó las protestas. Son las mayores movilizaciones desde 2011, cuando el entonces dictador Ben Ali fue derrocado por una insurrección popular.



                                    Túnez, 2011: comienzo de la Primavera Árabe



Por Alejandro Guerrero




Aún en su edición de este martes 16, el diario El Mundo, de España, dice de Túnez que, de cuantos países han pasado por la Primavera Árabe –comenzada precisamente allí en 2011− es “el único que ha logrado superar las turbulencias”. Ése es el mito derrumbado a partir de los levantamientos populares, comenzados el lunes 15, contra una Ley de Presupuesto por la cual “los precios de los productos básicos han sufrido una espectacular subida” (ídem). El mismo diario añade que Túnez vive una “situación de extrema fragilidad política, económica y social”. Además, se han congelado las contrataciones públicas y se han recortado los salarios de los empleados públicos.
La revolución árabe, sabido es, derivó en su contrario: el aplastamiento de la revolución egipcia, donde el “que se vayan todos” (en El Cairo esa consigna se escribía en las paredes así, en castellano) terminó en la instauración de una dictadura militar. Otros Estados, como Libia, dejaron de existir y se astillaron en gobiernos tribales; ni hablar de la guerra civil en Siria, transformada en campo de batalla de potencias imperialistas. Frente a tales tragedias, Túnez era mostrado como el opuesto: el país “democrático”, gobernado por el régimen “progresista” surgido de la coalición entre Ennahda, islamista moderado, con Nidaa Taunes (traducido generalmente por “Llamado por Túnez” o “Convocatoria por Túnez”), al que pertenecen el actual presidente, Béji Caïd Essebi, y el primer ministro, Yusuf Chahed. Ese partido se fundó en 2012 y los tunecinos suelen llamarlo “atrapalotodo”. Ahora, frente a la rebelión popular, el gobierno –que parece en crisis y dividido internamente− procura combinar concesiones menores (el aumento de planes sociales y algunos créditos para vivienda) con una fuerte represión militar que ya ha costado un muerto, decenas de heridos y 800 detenidos.
La rebelión ha sido convocada desde las redes sociales por un grupo hasta entonces ignoto (como fue, en su momento, Podemos en España) llamado Fesh nastanneu? (“¿Qué esperamos?”). En una de sus declaraciones, Fes nastanneu? exigió el retiro de la Ley de Presupuesto y “la caída del presidente”, justamente a 7 años del derrocamiento insurreccional del dictador autócrata Zin el Abidin Ben Ali, que había gobernado con mano de hierro durante 22 años.
Las cosas adquieren otro cariz si se tiene en cuenta que las medidas de ajuste del gobierno fueron exigidas por el FMI y la Comisión Europea, después de que Túnez recibiera, en 2011, un crédito impagable por 2.400 millones de euros. Y tales medidas se toman cuando, según cifras oficiales, el desempleo supera el 15 por ciento a nivel general y el 30 por ciento entre los jóvenes, aun entre los diplomados. Fuentes privadas aseguran que esos porcentajes son mucho mayores.
Además, el turismo, que representa el 8 por ciento del PBI, se derrumbó en los últimos 7 años y directamente dejó de existir desde los atentados terroristas de 2015 en Túnez capital y en Port el Kantaoui. Entretanto, la inflación se situó en el 6,4 por ciento en diciembre del año pasado y el déficit comercial del país alcanzó niveles récord.
En estos días, centenares de jóvenes sin empleo han acampado frente a la central sindical, la UGTT, para exigirle que tome medidas en demanda de empleo. Por el momento, la burocracia sindical no dice palabra y no registrA, que se sepa, una intervención independiente de ningún sector importante de la clase obrera.
Está presente en el panorama político de Túnez el Frente Popular, integrado por nueve agrupaciones de izquierda que en las elecciones de 2014 logró 15 bancas (el parlamento tunecino tiene 217). Ellos también emitieron una declaración en la que piden la renuncia del presidente. En una posición por el momento marginal están los islamistas radicales de Hizbu Tahir, que proponen un califato universal y se manifiestan por separado.
Las movilizaciones populares nunca cesaron en Túnez durante estos años, pero las actuales son las mayores desde 2011, cuando un vendedor ambulante a quien la policía le había incautado su mercadería se prendió fuego en la calle, a lo bonzo, y con ello empezó la revolución, las revueltas de hambre y, en fin, la Primavera Árabe. El nuevo levantamiento ha sido reprimido fuertemente por el único gobierno de la región que se consideraba “democrático”. De todos modos, aunque las manifestaciones no tienen evidentemente la magnitud ni la potencia de las que derrocaron a Ben Ali, son, junto con la rebelión iraní, un indicio de que la contrarrevolución y el retroceso de masas pueden encontrar su límite. Dependerá, por supuesto, de la calidad de la dirección política que tengan esos movimientos.

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