lunes, 20 de febrero de 2017

Masacre de Florencio Varela: trama de narcotráfico, policía y poder político








Las adolescentes asesinadas con el detenido Luis Weiman


Por Alejandro Guerrero



Todo indica que las cuatro chicas masacradas en Florencio Varela —dos de ellas asesinadas a balazos, las otras dos heridas gravemente— fueron víctimas de una banda de narcotraficantes que opera en la zona con protección policial. El único detenido por el crimen, Luis Weiman, era custodio de varios boliches que funcionan en la avenida Calchaquí, entre Quilmes y Varela, y miembro de una llamada “banda de Adrián”, que utiliza menores para introducir y vender drogas en esos locales nocturnos. Weiman habría cometido el crimen con la ayuda de un policía de la comisaría 3ª, ubicada a cinco cuadras de la esquina de Senzaballo y Los Andes, donde las adolescentes fueron atacadas a tiros de pistola calibre 9 milímetros.
Adrián Abraham está sospechado de ser el “Adrián” que dirige esa banda, aunque por el momento sólo se le ha notificado que está bajo investigación. Otro sospechoso fue detenido, pero no directamente por la causa sino porque se encontró en su casa una pistola Bersa del mismo calibre que el de la usada en la masacre, además de drogas, un handy y una gorra policial.
Frente a la fiscalía que investiga o dice investigar el caso, el padre de Sabrina Barrientos, de 16 años —una de las niñas asesinadas— declaró: "A las chicas las usaban para entrar drogas en los boliches. A cambio les daban plata, tragos y regalos. Acá hay mucha gente involucrada. Esto lo saben los vecinos. Muchas personas me aportaron datos sobre el sospechoso Adrián y sus vínculos con el primer detenido (Weiman). Yo pongo la cara porque no tengo miedo. Mataron a mi hija y no voy a parar hasta que vayan todos presos. Pero hay mucha gente que sabe todo lo que hacían con las chicas, aunque no quieren declarar porque tienen miedo y entonces me lo cuentan a mí" (La Nación, 17/2).
Si bien los femicidios tienen entre sus características la irracionalidad criminal y el desamparo de las víctimas por parte del Estado, llamaba la atención que un hombre baleara a cuatro adolescentes porque una de ellas no quería reanudar una relación con él. Ahora se entiende mejor la protección policial. En el conurbano, policía e intendencias están involucradas hasta la médula con el tráfico de drogas: el narcotráfico tiene penetrado al Estado al punto que lo controla en gran parte. Principales víctimas de esto son los jóvenes a los que ellos corrompen para usarlos de precoces vendedores de basura en los boliches, o de ladrones en zonas liberadas, antes de transformarlos en carne de cañón.
Cuando se niegan suelen terminar como Luciano Arruga. O como en este caso, cuando alguna pequeña falla en el mecanismo delictivo terminó en masacre. Los jóvenes son sistemáticamente atacados por esta podredumbre con corrupción, drogas y delito, y demasiado a menudo con estos crímenes atroces y con el gatillo fácil de la policía. Terminar con este estado de cosas es cuestión urgente de salud pública.

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