martes, 10 de octubre de 2017

Entre Pitrola, Borges y la reedición de "La revolución traicionada"



por Alejandro Guerrero



“La revolución traicionada no es un libro más, es ‘el’ libro”, decía Néstor Pitrola mientras conversaba con algún representante de El Viejo Fantasma Grupo Editor y mostraba su ejemplar, recién salido del horno.
“Todavía no lo empecé a releer”, añadía Néstor. “Lo leí hace cerca de 40 años, y cuando releés un libro después de tanto tiempo ya es otro libro. Vos sos otro y el libro es otro”, explicaba. Borges seguramente estaría de acuerdo con esa idea, aquel sorprendente Borges que recordaba el fragmento 91 de Heráclito (“no bajarás dos veces al mismo río”) y decía del pensador griego: “Admiro su destreza dialéctica, pues la facilidad con que aceptamos el primer sentido (‘El río es otro’) nos impone clandestinamente el segundo (‘Soy otro’)…”
Cuarenta años es por cierto mucho tiempo aun en términos históricos, ni hablar en la vida de un hombre. Hace 40 años, por ejemplo, un Pitrola veinteañero le presentaba batalla dada día de su vida a la dictadura militar que asolaba la Argentina y, mientras tanto, se daba tiempo para leer La revolución traicionada, de León Trotsky.
Eran muy distintos la Argentina y el mundo hace 40 años, pero algo tenían en común con nuestros días y también con el tiempo (1937), en que se publicó aquel libro que Trotsky había escrito entre 1935 y 1936, e incluso con bastante tiempo antes: era y es la época de la revolución proletaria y de ninguna otra, la etapa histórica de la revolución socialista, de la dictadura del proletariado.
“Es ‘el’ libro porque te permite entender todo lo que pasó después”, agrega Néstor. Como señalaba Trotsky, la lucha de clases no es lucha de argumentos, no es una partida de ajedrez. El buen argumento resulta indispensable para mejorar la capacidad de intervenir en esa lucha, pero si no se transforma él mismo en parte de esas fuerzas sociales quedará estéril. Los argumentos aplastantes de Trotsky no pudieron –no tenían forma de poder− con las fuerzas sociales, mucho más aplastantes, de cuatro años de guerra imperialista y tres de guerra civil, con las privaciones y el cansancio, pero sobre todo con las derrotas del movimiento obrero mundial (Alemania dos veces, Hungría, luego China, más tarde Francia y España). Cada una de esas derrotas del movimiento obrero fortaleció a la burocracia, le permitió avanzar hacia su autodestrucción para transformarse a sí misma en una mafia reconstructora del capitalismo, tal como Trotsky previó que ocurriría si no se producía allí una revolución política.
Pitrola es, a su modo (es decir con sus particularidades, con su propia individualidad, como todo militante), una expresión de la herramienta que es el partido político de la clase obrera, el partido revolucionario, para transformar el argumento, la teoría, en fuerza social, en fuerza organizada, en acción. El Viejo Fantasma se propone, de alguna manera, cumplir una parte de la tarea inversa (que es la misma tarea), igualmente necesaria: difundir la teoría revolucionaria que los grandes dirigentes y pensadores del movimiento obrero mundial han extraído de la práctica social de los trabajadores y del estudio de la historia.

No está nada mal, desde ese punto de vista, haber empezado con La revolución traicionada, con “el” libro.

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