por Alejandro Guerrero
¿Qué polarización?
Según la mayoría de los encuestadores, la candidatura de
Mauricio Macri ha repuntado hasta alcanzar casi un empate técnico con Alberto
Fernández en las PASO que se harán dentro de poco más de una semana. Si eso es
así, Macri, considerado hasta hace poco una suerte de cadáver político (parte
de su propio equipo aspiraba a reemplazar su candidatura por la de María
Eugenia Vidal) podría ser reelegido al recolectar en octubre el voto de otras
corrientes que le son más o menos afines. En cualquier caso, entre la fórmula
macrista y la peronista se llevan más o menos un 80 por ciento del total de los
sufragios, porcentaje suficiente para que casi todos los escribas (y no sólo
ellos) proclamen la palabrita clisé: “Polarización”.
En términos estrictamente políticos la tal “polarización“ es
una falacia, falsa de toda falsedad.
Carlos Pagni solía ser un periodista más que interesante en
tiempos del gobierno kirchnerista, al que se oponía decididamente. Ahora, vuelto
oficialista, apenas sobrepasa la mediocridad (nada peor para un periodista que
estar al servicio del gobierno de turno). Sin embargo, en tanto y en cuanto sus
patrones no defienden a éste o a aquél gobierno sino a los intereses generales
de un sector de la clase dominante, al hombre le quedan espacios para, de vez
en tanto, recuperar parte de su capacidad de análisis.
Así, en su columna del 1° de agosto en La Nación, recordó que Cristina Fernández se escondió detrás de Alberto
Fernández (ella aparece poco o nada en la campaña) porque el candidato
presidencial “no tendría reparos en adoptar los ajustes que requiere un
programa acordado con el Fondo Monetario Internacional”. Por eso, añade, el
primer Fernández de la fórmula fue puesto allí “no a pesar de, sino por haberla
denostado” (a la segunda Fernández).
Alberto Fernández, en efecto, antes que votos le aporta a la
fórmula sus contactos con los centros de poder del capital financiero
internacional, anudados desde sus tiempos de ladero de Domingo Felipe Cavallo. Fernández
sostendrá el monitereo del FMI sobre la actividad cotidiana del Banco Central,
impuesto por Macri y que ha convertido a la Argentina en una colonia financiera
del imperialismo. “Esa presunción —agrega Pagni— se reflejó en la cotización de
los bonos y del dólar”, y esas cotizaciones, sabido es, son el aire que respira
el actual oficialismo. Dicho de otro modo: Alberto y Cristina Fernández
contribuyeron decisivamente al “hay 2019” y, junto con la burocracia sindical,
le pusieron al gobierno todos los sostenes posibles para que no terminara de
derrumbarse. Ellos permitieron la recuperación —aun en términos electorales— de
un gobierno que se caía en pedazos en medio de su desastre económico,
financiero, industrial y humanitario, con todas las consecuencias políticas de
ese desplome.
Por supuesto se debe tener en cuenta que ni la burguesía ni
el imperialismo gobiernan por sí mismos sino por intermedio de esos equipos
políticos que son sus partidos. En otras palabras: al FMI y al Banco Mundial
puede darles lo mismo que gobiernen Macri o los Fernández, pero a Macri y a los
Fernández no les da lo mismo y por eso, en general, los adversarios electorales
libran entre sí peleas de perros. No es éste el caso porque se trata de
elecciones subordinadas por completo a los dictados del Fondo, de modo que la
Argentina ya no sólo es una colonia financiera: empieza a parecerse, además, a
una colonia política. Macri y los Fernández son títeres de esos poderes
supranacionales: he ahí la falacia de la “polarización”. Antes que eso, en
cualquier caso se marcha hacia la continuación del cogobierno de hecho entre el
peronismo (K y no K) y el macrismo. Ya es casi un lugar común recordar que las
bancadas peronistas le votaron a Macri más de 100 leyes, sin las cuales el
gobierno habría caído tiempo ha.
El oficialismo lleva entre sus candidatos a senador a Martín
Lousteau, todo un dato (se dice que será ministro si eventualmente Macri logra
su reelección). Lousteau ha criticado al gobierno porque, mediante su política
monetaria, contiene la inflación y la cotización de divisas artificialmente
bajas a costa de una menor actividad, o de la recesión lisa y llana. Esa crítica
coincide con la formulada por Fernández y es incluso la que se conversa ahora
con el Fondo Monetario. No debe olvidarse que Lousteau fue ministro de Cristina
Kirchner impulsado… por Alberto Fernández.
Globos amarillos… y
de varios colores más
La “pax cambiaria” está sostenida por un alza en las tasas
de interés que ha llevado al 52 por ciento anual la tasa de referencia en pesos
del Banco Central (recordemos otra vez que la política diaria del BCRA está
dirigida por el FMI). Los depósitos a plazo fijo crecieron en líquido un 4,5
por ciento en julio y llegaron a 1.247.194 millones de pesos (el 60 por ciento
de ese monto corresponde a depósitos superiores al millón de pesos), en manos,
mayoritariamente, de compañías de seguros y fondos de inversión.
También en este caso estamos ante otra falsedad. Ese incremento
en el monto depositado en plazos fijos está dado por la masa de intereses
pagados antes que por nuevos depósitos. El sistema bancario, como el resto de
la economía, se encuentra estancado. La consultora First Corporate Finance
Advisors dice: “Si se deflacta la tasa, en los últimos tres años el sistema
prácticamente no creció nada” (iProfesional, 2/8). Mientras tanto, los créditos
en UVA, presentados en su momento como una panacea reactivadora, se derrumbaron
en 13 .000 mil millones de pesos durante los tres meses últimos. Al evitar
mediante tasas de usura la corrida cambiaria y el retiro de depósitos, dice Martín
Kalos, director de EPyCA Consultores, “el sistema está logrando regenerarse a
sí mismo… al menos por un mes” (ídem). Todo pende, como se ve, de hilos
demasiado finos.
Por lo demás, la tasa de interés resulta altamente positiva
respecto del dólar pero no de los precios internos, sean de bienes durables o
de alimentos. Alcanzan, apenas, para alejar momentáneamente el peligro de
hiperinflación o inflación galopante, y de una corrida cambiaria que
derrumbaría ya no al gobierno sino a las elecciones mismas (por eso nadie la
quiere y la oposición peronista menos que nadie: “Hay 2019”).
Por lo demás, no puede olvidarse que nadie aquí puede hacer
lo que quiere: el país se encuentra sometido, más que nunca, al capital financiero
internacional y ese capital navega en la crisis más profunda de los últimos 80
años.
La Reserva Federal norteamericana (la Fed) aumentó en 25
puntos básicos su tasa de referencia, y la llevó de 2,25 a 2,50 por ciento, lo
que ha hecho revaluar al dólar frente a otras divisas (el remezón se sintió
también en el Banco Central argentino y en las cuevas de la City porteña). También
hizo bramar a Donald Trump, que despotricó como animal herido (por Twitter, su
medio favorito) contra el presidente de la Reserva Federal, Jay Powell. El mercado
norteamericano, según Trump, quería “el comienzo de un ciclo de reducción de
tasas prolongado y agresivo, que mantendría el ritmo de China, la Unión Europea
y otros países del mundo” (ídem, 2/8). “Powell nos decepcionó”, añadió el jefe
de la Casa Blanca. Otra vez: la crisis tiene consecuencias políticas de primer
orden, y toda una franja del imperialismo norteamericano no quiere saber nada
con la guerra impulsada por Trump contra China y la Unión Europea. Negocios son
negocios…
Ahora bien: esa medida de la Fed impulsó hacia arriba la
cotización del dólar en Buenos Aires, hizo crecer el riesgo país a 801 puntos y
tuvo que ver en el descenso del precio de las acciones de Tenaris (cayeron 2,2
por ciento), una empresa emblema de la situación argentina en los mercados
internacionales. Todo el mundo teme, en efecto, que lejos de llegar al país el
aluvión de dólares que permita sostener la “pax cambiaria” y financiar la fuga
de divisas, se produzca el llamado “flight quality”: la huida de capitales de
mercados inestables como el argentino, que pagan tasas de usura, hacia las
tasas menores pero seguras del Tesoro norteamericano.
Muertos vivientes
Si se registra a días de las PASO la llamada “polarización”
entre Macri y los Fernández no ha sido por mérito de ellos sino por el derrumbe
de los otros, incluida la izquierda.
Se debe recordar nuevamente que no hace mucho el equipo de
Macri —parte de él— proponía bajarlo de la candidatura presidencial y acudir al
“plan V”: promover la postulación de María Eugenia Vidal. Mientras tanto, la
derrota electoral, peor que ruidosa, del kirchnerismo en 2017 hizo surgir toda
una serie de reagrupamientos peronistas que se cayeron uno a uno (ejemplo:
Alternativa Federal, o el noviazgo quebrado entre Sergio Massa y la alianza de Jorge
Lavagna con Juan Manuel Urtubey). Fracasadas todas las variantes, quedan “polarizados”
los cogobernantes Fernández y Macri (no es novedoso, ya Carlos Menem, después de
ganar las elecciones de 1989 con un discurso nacionalista radical, se alió con
Bunge&Born y Álvaro Alsogaray). Llamativo que, después de tanto criticar a
la izquierda porque el voto en blanco en el balotaje de 2015 le habría “hecho
el juego a la derecha”, ahora el kirchnerismo lleva de candidato a presidente…
a uno que votó en blanco en ese mismo balotaje. Cosas veredes, Sancho…
Pero es precisamente por eso, como dice Pagni, que los K
llevan de candidato a un viejo enemigo, como en el tango, y mantienen a su jefa
escondida detrás de ese enemigo, sometida a él (al menos por el momento): es lo
que cuestan la “paz social” y el “hay 2019”, sostenidos sobre los cimientos de
la quietud de plomo de la burocracia sindical.
En el entremedio, con avances y retrocesos, victorias y
derrotas, el movimiento obrero, junto con el movimiento de mujeres, han dado
luchas formidables que el Frente de Izquierda-Unidad se ocupó de conducir a la
vía electoral con su “sistema de consignas”, que evitó a toda costa el “Fuera
Macri” cuando el gobierno se hundía. Ahora, cuando con su contribución incluida
resulta que “hay 2019” le reprochan al Partido Obrero-Tendencia el no sostener “fuera
Macri” en primera instancia, como si una consigna de poder pudiera ejecutarse
por vía electoral. Sí se puede, por el camino de las elecciones —importante e
indispensable cuando el enemigo de clase logra imponerlo— proclamar las
consignas transicionales que hacen a ese objetivo: Asamblea Constituyente con
poder, gobierno de trabajadores, que transforman al “fuera Macri” en un
objetivo ya no contra determinado gobierno sino contra el régimen político
todo.
“El río de Heráclito”, revista cultural que pretende hacer
oír su voz por una literatura y un arte independientes, de plena libertad, es
apartidaria pero en modo alguno apolítica. De ahí que su consejo de redacción huya
de la neutralidad en esta coyuntura política: con todas las críticas indicadas,
convocamos a votar por el Frente de Izquierda-Unidad, por tratarse del único
bloque opuesto a todos los bloques patronales.
Y la lucha sigue.
No hay comentarios:
Publicar un comentario