Por Ricardo Lusso
Era el comienzo de la década más convulsiva, conflictiva
y de ascenso de luchas obreras en Estados Unidos. En ese contexto un grupo de
directores, actores y actrices, se introducirían en la “aventura” de
revolucionar el teatro estadounidense. The Theatrer Group (1931-1941) fue creado
a partir de ideas y reuniones de Harold Clurman; Cheryl Crawford y Lee
Strasberg, junto a un equipo de 28 actores.
Durante la gran crisis de 1930 la economía capitalista se derrumba frente a
la “prosperidad” de los años ´20 en los Estados Unidos. Durante toda esa década
el desempleo afectaba, en promedio, al
25 por ciento de la población, unos 30 millones de trabajadores. Otros 6
millones se encontraban directamente fuera del sistema económico. En respuesta a esa situación surgieron
organizaciones de desocupados que emprendieron una tenaz lucha contra la
pérdida de empleos y los desalojos de viviendas. Las huelgas recorrían las
fábricas y conmocionaban la situación política y social de los Estados Unidos.
El Partido Comunista y el Partido Socialista, junto a organizaciones
troskistas de aquella época, tenían una amplia presencia
en los sindicatos y agrupaban cientos de miles de trabajadores ocupados y
desocupados. La magnitud de esta presencia se puede apreciar en que, por ejemplo,
por iniciativa del Comunist Party, el 6 de marzo de 1930 en todo Estados Unidos
se movilizaron alrededor de 1 millón de desocupados. Huelgas victoriosas se
desarrollaron a lo largo y ancho de los 50 Estados de la Unión.
Sin lugar a
dudas el entorno social y político convulsionado tocó, de una manera u otra, a
los fundadores del The Theater Group
que se propusieron cambiar rotundamente la forma y estilo de producir teatro
hasta ese momento. “El grupo apuntaba a cultivar al individuo a través de una
disciplina colectiva y un acercamiento colectivo a los problemas del individuo”
decía Clurman en 1945 en su libro Los fervientes
años. Pero aún más lejos pretendían llegar los directores del grupo: “Cambiar
lo que se estaba viendo en teatro hasta ese momento”. Se referían a la estética
naturalista, predominante desde finales del siglo XIX hasta mediados de los
años ´20 en las presentaciones teatrales estadounidenses.
El grupo comenzó
a tomar forma en el verano de 1931. En las primeras reuniones participaron
Clurman y Crawford, y luego se incorporó Lee Strasberg. Este último tomó la
tarea de seleccionar los actores. Durante los diez años de vida del grupo
llevaron al escenario más de veinte obras. Clurman y Stella Adler (actriz,
productora, y amiga de los fundadores) viajaron a Rusia en esos años a estudiar
lo que llamarían “el método” de Konstantin Stanislavsky.
Ellos tuvieron
el mérito de introducir el método teatral que trascendería hasta más allá de la
existencia del grupo y marcaría generaciones enteras de actores de renombre
internacional: Marlon Brando, Robert De Niro, Al Pacino, entre otros que aprendieron en academias
actorales “herederas” del maestro ruso.
Pero volvamos al
año de gestación. Con muchos esfuerzos económicos y financieros, el grupo se constituye
en 1931. Los actores y sus familias se instalaron en las afueras de Nueva York.
En la casa Connelly, en la apacible
Connecticut. Allí construirían una
rutina de entrenamiento diario: desayunaban juntos, asistían a una clase dada
por Stranberg, almorzaban, charlas por la tarde sobre el teatro a desarrollar,
cena y a dormir. En su mayoría los actores “originales” del grupo estaban influidos
por ideas de izquierda y tenían acuerdo con las nuevas propuestas metodológicas
de los directores.
Al regresar a
Nueva York asumieron el desafío de emprender las primeras puestas en escena. El
23 de setiembre de 1931 se estrena a sala llena, en el Teatro Martin Beck, en la calle 302 W. 45th St. de Nueva York, la
obra El juego de la Casa Connelly. La
expectativa era grande, el público acompañó el nuevo juego teatral y la crítica
los aplaudió. La audaz apuesta del teatro independiente surgía al calor de las
luchas políticas y sociales de principios de los años ´30.
Luego vino 1931. Fue el primer golpe: solo duró en
cartel nueve días. La prensa neoyorquina los hizo añicos con la crítica. A
pesar del traspié, el grupo ganaba un nuevo público entre sus seguidores, con
orientación a las preocupaciones por la situación social y política imperante
en ese momento.
Al año
siguiente, la dureza de la situación económica hizo que el grupo atravesara uno de los peores
momentos. Clurman tuvo que darse un par de chapuzones en la costa oeste, en Hollywood,
para recaudar fondos y sostener, literalmente, la vida del equipo teatral que
estaba organizando: “Para que no murieran de hambre”, diría.
Entre el elenco
se encontraba un tímido actor, que no sobresalía en las presentaciones. Se
trataba de Clifford Odest, quien, después de un tiempo, comenzó a hablar con
Clurman y a exponerle sus ideas de izquierda (estuvo vinculado con el Partido
Comunista). Al principio Clurman desconfió, según lo revela en su libro, sobre
la certeza de las obras que escribía Odest.
Nacido en Pennsylvania, había transcurrido su
niñez y adolescencia en los barrios neoyorquinos del Bronx. Luego de la
experiencia del Group Theatre marchó
a California, donde elaboró guiones para películas como None but the Lonely Heart (1944), que dirigió él mismo, y The Sweet Smell of Success
(1957), dirigida por Alexander Mackendrick.
Odest,
antes de incorporarse al Group Theatre,
había formado parte del Theatre Guild,
una compañía fundada en 1919 por Elmer Rice (dramaturgo que incorporó temas de
interés social en sus obras) para favorecer la difusión del teatro no
comercial.
La obra que llevó a la “gloria” al grupo fue Esperando al Zurdo (1935) que convierte al espectador en cuasi protagonista de la
trama. Los personajes se distribuyen en un círculo que cubre el escenario y se
distribuye entre las butacas, de modo que adquiere forma de coro o “asamblea”
donde se enfatizan las diferentes
situaciones. La participación de los espectadores es clave en el conflicto que propone la obra: la necesidad
de convocar la huelga en repuesta a la intolerable situación social. Los
problemas de la vida cotidiana son llevados por la trama hacia conclusiones
políticas. La xenofobia, el fascismo, la burocracia sindical, el preludio de
una nueva guerra mundial, el chantaje patronal; todas esas cuestiones dan paso,
mientras esperan al Zurdo, que no llegará porque ha sido asesinado, a la
decisión de seguir luchando. El primer paso, la huelga. El único camino
posible.
Aquella realización llevó a que Odest fuera declarado, en
1935, “hombre del año” por la revista Time.
Odest se había convertido en un “ídolo” de multitudes. Y varios de sus
compañeros y reseñas señalaban que se trataba de un “revolucionario” de la
dramaturgia norteamericana.
Sin
embargo, Odest sería uno de los pocos dramaturgos que adhirió al proyecto del Federal Theatre, promovido por la
administración Roosevelt para relanzar la cultura teatral después de la crisis
de los años 30. El dramaturgo seguía así la línea del PC estadounidense, que
respaldó las medidas del gobierno, al New
Deal. Recordemos que el PC norteamericano apoyaba a la burocracia sindical
a la que tanto criticaba Odest en sus obras. Esa fue una de las tantas
contradicciones en las que quedó atrapado el brillante dramaturgo.
La
fama lo condujo, a finales de los años 30, a Hollywood, y se instalaó en
California hasta el final de sus días. A pesar de este salto cuantitativo de su
situación económica siguió aportando obras al Theatre Group hasta por lo menos 1940.
El
grupo continuó hasta 1941 con sus presentaciones, más de veinte obras en
escena. Hasta pudo recorrer varios Estados y logró llegar a la costa oeste. El
periplo fue agitado, varios de los actores originales del grupo, por
necesidades económicas, debieron migrar a donde encontraban trabajo, por lo
general en la “meca” hollywoodense.
Por
otra parte, las diferencias iniciales entre Clurman y Strasberg se fueron acentuando con el
tiempo; las dificultades financieras agregadas a las diferentes ideas sobre la
interpretación del “método” hizo que a finales de los 30 Clurman decidiera convocar
actores de “influencia” a las obras, lo que ofuscó a los “originales” del grupo.
Dos de sus fundadores renunciaron: Cheryl
Crawford y Lee Strasberg. La debacle se volvió inevitable. En 1941 hicieron su
última representación.
Los
fundadores del The Group Theater no
tenían en ese momento mayor idea de la influencia que habían logrado en esos diez
años de existencia para las generaciones futuras de actores y actrices del
teatro y el cine norteamericanos. Del teatro naturalista de finales del siglo
XIX pasaron a uno comprometido en las formas actorales a partir de una estética
colectiva, realista, influidos por la agudización de la lucha de clases en
suelo norteamericano.
El derrotero
político posterior de varios de los actores y directores, que se consideraron
“herederos” del “método” del juego teatral separaron posteriormente el proceso
de creación original del proceso político que se vivió décadas después en
Estados Unidos. Algunos crearon un gran negocio alrededor del “método” y vaya
que les fue bien: son íconos actuales en la formación de actores para la
industria artística y cinematográfica de su país.
Otros, por
ejemplo, declararon ante el Congreso estadounidense en la Comisión de Actividades Anti-comunistas
creada por el senador Joseph McCarthy. Pero esa etapa de la historia del teatro
y cine norteamericano será parte de otras notas.
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