miércoles, 7 de noviembre de 2018

Irredentos



por Eugenia Cabral




Los poetas de Córdoba sobrevivientes a la era
del Terrorismo de Estado somos unos perdedores.
Cuando no nos encierran en los manicomios,
nos volvemos alcohólicos, nos secuestran a los hijos,
nos quita la vivienda un estafador, 
nos suicidamos a los veintiún años,
somos indígenas y usamos peluca rubia,
en pro de la salud dejamos de fumar tabaco
para fumar marihuana, o fumamos tabaco
para salvarnos de la locura;
nos cambian de domicilio por el solo hecho
de haber realizado un viaje a otra ciudad;  
viajamos constantemente de ciudad en ciudad;
trabajamos en la recolección de basura
y un día encontramos al fondo del depósito
un libro de Alfonsina Storni que nos abrirá a la poesía;
nos niegan un gran premio y declaramos haberlo obtenido;
necesitamos cambiar de rumbo estético
tras una operación de columna,
o tras un accidente de tránsito,
que nos haya postrado por largo tiempo,
sorprende el cáncer a los veinticuatro años y nos aniquila
después de haber conocido las maravillas del amor;
dejamos un arcón de madera lleno de manuscritos
en la casucha de una pensión miserable;
nos dedicamos poemas unos a otros sin saber
que las dedicatorias son llave de rupturas;
nos volvemos casi ciegos leyendo
hasta en las paradas de ómnibus;
nos atenazan los ataques de pánico hasta desmayarnos;
los maridos y las esposas nos despojan de nuestros bienes,
o nos persigue la miseria durante toda edad, todo esfuerzo;
nos consume la pasión erótica hasta obnubilarnos;
sabemos tantísimos sonetos de memoria,
componemos tantísimos sonetos cuasi perfectos;
publicamos nuestros libros pagándole a un editor,
nos endurecen la envidia y el resentimiento
hasta el punto de negar a nuestros pares,
nos pasamos la vida buscando libros
que probablemente se hayan salvado de la quema
realizada por la dictadura militar;
nos volvemos peronistas después de haber sido marxistas;
fuimos trotskistas siempre, perretianos siempre;
nos pasamos las noches y los días buscando
la manera de editar libros y revistas, nos gastamos
la mayor parte de nuestros salarios adquiriendo
libros nuevos o usados, desconocidos o agotados;
reivindicamos la producción de un autor
sólo para defenestrar a otro;
nos lloramos sin haber luchado,
reunimos dineros y firmas para nobles causas,
reivindicamos los poemas de un autor
que ya nadie querría leer;
vivimos queriendo ver el mar
porque somos mediterráneos,
nos dividimos en gremios y asociaciones;
antes éramos pocos y ahora, muchísimos;
olvidamos los nombres y las obras
de nuestros antepasados;
al final juntamos los pesos necesarios
y llevamos nuestro libro a la imprenta más barata;
practicamos la endogamia hasta el colmo de formar parejas
entre nosotros mismos, después nos divorciamos…
en suma, no tenemos redención,
pero vamos teniendo biografías.

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