jueves, 13 de octubre de 2016

Bob Dylan: el Nobel de Literatura vino con música

I've stumbled on the side of twelve misty mountains,
I've walked and I've crawled on six crooked highways,
I've stepped in the middle of seven sad forests,
I've been out in front of a dozen dead oceans,
I've been ten thousand miles in the mouth of a graveyard…


He tropezado con la ladera
de doce brumosas montañas,
he andado y me he arrastrado
en seis autopistas curvadas,
he andado en medio
de siete bosques sombríos,
he estado delante
de una docena de océanos muertos,
me he adentrado diez mil millas
en la boca de un cementerio…

“A Hard Rain’s A Gonna Fall” (Una fuerte lluvia va a caer), incluida en el álbum “Love and Theft” (Amor y robo), de 2001.

La Academia Sueca le ha otorgado a Bob Dylan (el 24 de mayo cumplió 75 años) el Premio Nobel de Literatura 2016 por haber creado “nuevas expresiones poéticas dentro de la tradición de la gran canción americana”. No es el primer premio literario que gana Dylan: en 2007 recibió el Príncipe de Asturias a las letras y en 2008 el Pulitzer de honor.
Siempre se le deben buscar a estos premios la arista política. El año pasado el Nobel lo recibió la bielorrusa Svetlana Alexievich, una opositora al régimen de Putin; con ella, además, la investigación periodística quedó incluida entre los géneros literarios. Ahora, sin embargo, el premio parece relativamente neutro desde ese punto de vista, salvo por tratarse de un compositor de origen judío (su nombre verdadero es Robert Allen Zimmerman) convertido al catolicismo, amigo de los papas, demócrata y pacifista en tiempos en los que la guerra empieza a avizorarse.
La trayectoria de Dylan es, por otra parte, enorme. Pintor, actor y autor de guiones además de músico y letrista, consideró “el mayor de los honores” el ser comparado con Frank Sinatra. En su obra autobiográfica “Chronicles” (la Academia la cita entre las razones del Nobel) dice que su mayor influencia artística fue Pablo Picasso: “Él partió por la mitad el mundo del arte y lo abrió como si fuera un huevo”. También admiró al teatro de Bertolt Brecht, por el que escribió canciones como “The Lonesome Death of Hattie Carroll” (La solitaria muerte de Hattie Carroll), y a Federico García Lorca. La gran Joan Baez, su pareja intermitente y su gran impulsora en el Festival Folk de Newport en 1963, dijo de él que es “una enorme burbuja trasparente de ego”.
Por otra parte, la religiosidad y las referencias bíblicas son permanentes en su obra, al punto que llegó a decir: “Si tuviera que empezar de nuevo enseñaría teología o historia clásica romana”. Así, su primer gran clásico, “Blowin in the wind” (Soplando en el viento), de 1963, tuvo su versión castellana con fines litúrgicos y se la suele usar en las misas… Mucho después, en 1997, estuvo con Juan Pablo II en el Congreso Eucarístico Mundial de Bolonia.

Música y poesía

Dylan explicó alguna vez que en él música y poesía son una creación simultánea, con una excepción: “John Wesley Harding” (1968), una serie de poemas escritos como tales y a los que luego les puso la música.
La prosa de Dylan se aproxima a lo exquisito en “Tarántula” (1971) y en su autobiografía, pero no podrían justificar un Nobel. Ahora, críticos como Julián Ruiz (El País; 13/10) señalan que su obra no tiene la autosuficiencia poética de otros Nobel del rubro, como Seanus Heaney, Derek Walcott o Tomas Tranströmer; esto es, las de Dylan son bellísimas letras que necesitan el sostén de la música.
Sin embargo, el mismo Ruiz recuerda que, después de todo, también se le ha dado el Nobel de Literatura a autores teatrales como Samuel Beckett, Eugene O’Neill y George Bernard Shaw, que no escribieron para que sus obras fuesen leídas como libros sino para ser vistas en su representación escénica.
Y recuerda a Octavio Paz: “La poesía puede ser un poema o un lienzo, o un jarrón de la dinastía Ming”.
O una canción de Bob Dylan.


Alejandro Guerrero

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