Por Alejandro
Guerrero
Poco antes de las cuatro de la tarde del 26 de abril de 1937
cayeron las primeras bombas sobre Guernica y empezaron a sonar las alarmas
antiaéreas. Se sucedieron luego tres horas y media de bombardeo. Más de 250
kilos de bombas explosivas y unos 50 kilos de bombas incendiarias se
descargaron sobre la ciudad. Enseguida, aviones ligeros ametrallaron a la gente
que corría por las calles en busca de refugio. Fue, tal vez, el primer
“bombardeo en alfombra” contra una población civil, lo cual anunciaba el método
de “guerra total” -no distingue civiles de militares y se ataca al territorio
indiscriminadamente para provocar terror- que signa desde entonces las
operaciones bélicas en todas partes. Hubo, según las fuentes, entre 150 y 300
muertos civiles.
El bombardeo a Guernica, por pedido del jefe fascista
Francisco Franco, sublevado contra la Segunda República Española, fue ejecutado
por cuatro escuadrillas Ju-52 y una escuadrilla VB88 de bombardeo experimental,
respaldados por cazas Heinkel He 51, todos de la Legión Cóndor alemana al mando
del teniente coronel de aviación Gunther Lützow. También tomaron parte de
aquella acción cazas de Aviación Legionaria italiana.
Unos meses antes, en enero, el arquitecto catalán Josep
Lluís Sert y el director general de Bellas Artes de la República, Josep Renau, le
habían pedido a Pablo Picasso que pintara un mural que se expondría en el
pabellón de la República Española de la Exposición Internacional de París
-donde el pintor estaba radicado- entre el 25 de mayo y el 25 de noviembre de
ese año. Picasso, vinculado con la República, era desde 1936 presidente
honorario del Museo del Prado, en Madrid, nombrado por el presidente
republicano Manuel Azaña. Cuando se produjo la masacre de Guernica, el artista
pintó la que sería, quizá, su obra más conocida: Guernica, un lienzo de 3,50 metros de altura por 7,80 de ancho.
No hay en Guernica
una referencia directa al bombardeo, de modo que no es una obra narrativa sino
simbólica, como casi toda la producción de Picasso. Está pintada en blanco y
negro con una gama variada de grises. Organizada en triángulos, impactan las
figuras de un caballo agonizante, una mujer con lámpara, una casa en llamas y
otra mujer con su hijo muerto.
Picasso ya era entonces un pintor famoso y millonario, una
figura reconocida en el gran mundo del arte y de las galerías de renombre; era,
también, un demócrata convencido y la Guerra Civil y la II Guerra Mundial -estallada
inmediatamente después- determinaron sus posturas políticas ulteriores. Así, en
octubre de 1944 se afilió al Partido Comunista francés, no en pos de una
revolución que nunca estuvo en el ideario de Picasso sino por la paz, por la
“coexistencia pacífica” que promovía el estalinismo. El artista tuvo una
participación activa en los Congresos de la Paz organizados por Moscú en 1948
en Wroclaw, Polonia; en 1949 en París y en 1950 en Londres. Por cierto, Picasso
no podría haber subsistido en la Unión Soviética: su obra estaba en las
antípodas del “realismo socialista” (por cierto no era realista y mucho menos
socialista) obligatorio para la producción artística sometida a la bota de
Stalin.
Andaluz, Picasso había nacido en Málaga el 25 de octubre de
1881, hace ya 135 años. Hijo de un profesor de dibujo, deambuló su infancia y
adolescencia por Galicia, La Coruña, Barcelona y Madrid, hasta que en 1904 se
radicó en París, donde instaló su estudio. Esa época juvenil es la de su
“periodo azul”, por el color predominante en sus telas, y en la que indaga en
el “pre-cubismo”.
En 1907 pintó el óleo Las
señoritas de Aviñón (Demoiselles
D’Avignon), que inaugura el cubismo propiamente dicho. Fue una revolución
artística, que se correspondía con los tiempos. El movimiento cubista se
desarrolló entre 1907 y 1914, impulsado, además de Picasso, por los plásticos
Georges Braque, Jean Metzinger, Albert Gleizes, Robert Delaunay, Juan Gris y
Fernand Léger. El término “cubista” fue una creación del crítico francés Louis
Vauxcelles y tuvo un sentido despectivo: al referirse a la obra L’Estaque, de Braque, escribió que
estaba compuesta por “pequeños cubos”.
Fue el cubismo la primera vanguardia artística del siglo XX
al romper con la perspectiva, último estatuto renacentista vigente aún en todo
el siglo XIX y comienzos del XX. Eso ocurría en el mundo del arte cuando el
mundo en general vivía sumido en una crisis profunda, la primera gran crisis de
la dominación imperialista que en esos días era materia de estudios e
indagaciones, un fenómeno novedoso. Ese mundo se encaminaba hacia la guerra,
ésa era su perspectiva y el arte, a su modo, refractaba la tragedia.
El cubismo presenta figuras geométricas que fragmentan
líneas y superficies. Hay en él una perspectiva múltiple, que representa todas
las partes de un objeto en el mismo plano. Se deja de guardar compromiso con la
apariencia de las cosas, un rostro es pintado con la nariz de perfil y el ojo
de frente. Esto es: ya no hay un punto de vista único, no hay sensación de
profundidad y se pinta con colores apagados, en tonos predominantemente verdes,
azulados, grises y marrones. No son nuevos los temas: los cuadros cubistas
muestran bodegones, paisajes, naturalezas muertas, retratos, instrumentos
musicales. Cambia el punto de vista con que se miran las cosas de siempre.
Picasso fue un artista prolífico. Produjo más de 2 mil obras
en las que, además de pinturas, hay dibujos, grabados, ilustraciones de libros,
esculturas, cerámica, diseños de escenografía y vestuarios para montajes
teatrales. Su estilo, o sus estilos, reconocen la influencia de Van Gogh,
Gauguin y El Greco. Fue amigo de Igor Stravinsky y de André Breton y sentía
propios los ambientes de aristócratas e intelectuales que lo mimaban junto con
los críticos. Breton, en su artículo “El surrealismo y la pintura”, publicado
en el cuarto número de la revista La
Révolution Surréaliste, dice que Picasso es “el modelo de pintor” imposible
de etiquetar, y lo considera surrealista aunque el autor de Guernica nunca adhirió formalmente a ese
movimiento. En esos días, Maurice Reynal dijo de él: “El padre del cubismo se
ha transformado en el hijo adoptivo de los surrealistas”.
La crítica considera que Picasso tuvo su periodo surrealista
entre 1925 y 1938. Fueron para él tiempos tortuosos, de crisis personales, y su
obra de entonces muestra su irritación con las mujeres. Compone obras agresivas
como La danza, La mujer en el jardín
o Gran desnudo en el sillón rojo, en
los cuales la figura femenina se ve atractiva, perturbadora y destructora.
Había sido un estudiante brillante y precoz. Cuenta la leyenda
que su padre, que había querido ser artista y no lo logró, reconoció
tempranamente el talento inusual de su hijo ante sus primeros dibujos y
pinturas de infancia, le entregó sus pinceles y su paleta y no volvió a pintar en su vida. De aquellos
primeros tiempos dijo Picasso:
“A diferencia de la música, no hay niños prodigio en
la pintura. Lo que la gente considera genio prematuro es el genio de la
infancia, que desaparece gradualmente a medida que envejece. Es posible que ese
niño se convierta en un verdadero pintor un día, quizás incluso en un gran
pintor, pero tendría que empezar desde el principio. Por lo que a mí respecta,
yo no era un genio. Mis primeros dibujos nunca se han mostrado en una
exposición de dibujos infantiles. Me faltaba la torpeza de un niño, su
ingenuidad. He hecho dibujos académicos a la edad de siete años, con una
precisión de la que me asusto”.
Pablo Picasso falleció el 8 de abril de 1973, a la edad de
91 años, en su casa de Mougins, Francia.
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