domingo, 13 de noviembre de 2016

“El Teatro Colón está desguazado y precarizado”

Entrevista con José Piazza, trompetista de la Filarmónica de Buenos Aires




Por Alejandro Guerrero



Jubilado reciente (“ahora soy un jubilado clasista”, dice con una risotada), la trompeta exquisita de José Piazza ya no suena en la Filarmónica de Buenos Aires, con sede en el Teatro Colón. Pero un músico nunca se retira del todo y Piazza continúa en la tarea de componer y tocar. Clásica, claro está, aunque su vida profesional recorrió todos los géneros, desde revistas, bailantas de otros tiempos, tocar “en cabarés” desde los 18 años y haber acompañado a Sandro durante un lustro.
Pero, además, Piazza fue durante muchos años delegado de los trabajadores del Colón, miembro de la junta interna de ATE en el teatro, y libró allí una lucha frontal. Despedido, privado de sus fueros, demandado, reincorporado finalmente por la lucha de sus compañeros y por decisión judicial, Piazza habla aún “del teatro que defendimos”.
-¿De qué lo defendieron?
-De la tercerización, del trabajo precarizado, del desguace que empezó cuando Fernando de la Rúa era jefe de gobierno de la Ciudad y luego continuó y empeoró con todos los que le siguieron y, sobre todo, con Macri y los K. Hoy el Colón está desguazado, precarizado y hasta con la acústica afectada por el “master plan” que terminó de convertirlo en un negocio privado.
-¿Por qué Macri “y los K”?
-Porque los kirchneristas cogobernaron la Ciudad de Buenos Aires con el macrismo durante años. En lo que respecta al Colón, la ley de autarquía del teatro fue aprobada por los macristas, los K y todos los partidos supuestamente de oposición. Ahora se debe reconocer la enorme labor en defensa del teatro que hace la bancada del Frente de Izquierda, y sobre todo el legislador Marcelo Ramal, del Partido Obrero. Se trata de recuperar el Colón.
-¿Qué consecuencias tuvo esa ley de autarquía?
-Hizo del Colón lo que es hoy: un salón de fiestas lujoso para oligarcas. Ahí se hacen fiestas privadas, casamientos, y artísticamente se ha desnaturalizado. Tené en cuenta que en la Argentina sólo hay dos teatros dedicados a la música clásica: el Colón y el Argentino de La Plata, nada más. Ahora dicen que han introducido en el Colón la música “popular”, y eso no es cierto. Para nosotros, para quienes integrábamos la junta interna de ATE, un espectáculo es popular cuando el precio de la entrada lo es, cuando cualquier trabajador puede pagarla. Hoy hablan de “música popular” porque lo llevan a Charly García, pero resulta que para verlo a él te cobran lo mismo que cuando canta Plácido Domingo. Entonces no es popular ni el concierto de García ni el de Domingo, porque el precio de la entrada es disparatado.



-Hace unas semanas estuvo Al Pacino.
-¿Te das cuenta? Una desnaturalización completa. Pacino ni siquiera actuó, se sentó en una silla y contó cosas de su vida. Y a mí la vida de Pacino no me interesa para nada, no es interesante su vida ¿Acaso peleó en Nicaragua, es un luchador social? Cosas así son lo más parecido a una estafa, pero parece que resultan más rentables que la Filarmónica, por ejemplo.
-¿Cómo era el Colón en el que vos ingresaste?
-Yo entré en la Filarmónica por concurso, en 1986. Ese Teatro Colón era único, distinto de la mayoría de los teatros del mundo. Le decíamos “la fábrica” o “la factoría”, porque ahí se producía todo lo necesario para montar un espectáculo: había talleres de carpintería, sastrería, peluquería, zapatería… Todo el mundo ingresaba por concurso y llegaron a trabajar 1.250 personas. El teatro también producía sus propios artistas en sus academias y conservatorios. Era una institución formadora de grandes profesionales y formadora de público. Se trabajaba todos los días del año. Había un mínimo de veinte conciertos anuales de la Filarmónica, que luego se repetían afuera del teatro. También teníamos una veintena de funciones de ópera y lo mismo con el ballet. El teatro armaba los escenarios para cada puesta. En esa orquesta toqué bajo la dirección de grandes maestros, como el español Luis García Navarro y el ruso Yuri Simonov. Se traían directores extranjeros para determinados conciertos, y el resto se hacía con un director estable. En fin, ése era el teatro que defendimos.
-¿Qué pasó luego?
-En tiempos de De la Rúa, con Sergio Renán en la dirección del teatro, empezó el desguace. También la tercerización. Personal estable, de carrera, comenzó a ser reemplazado por el que traían empresas privadas amigas del gobierno, que le pagaban a sus empleados la mitad o menos de lo que cobraban los de planta y en condiciones de inestabilidad. Hoy en el teatro hay salarios de mayordomía, por ejemplo, que no pasan de 7.000 pesos. Cuando el PRO llegó al gobierno de la Ciudad, asociado con el kirchnerismo, todo eso se llevó a límites sorprendentes. Se ha llegado al extremo de ver ofrecidas en Mercado Libre piezas del patrimonio cultural del teatro: ropa, zapatos, partituras y hasta una batuta de Toscanini, o por lo menos así la vendían. Y ahora, las declaraciones de (el director del Colón, Darío) Lopérfido contribuyen a aumentar el desprestigio del teatro.
-Vos conociste bailantas de pueblo y grandes salas europeas…
-Ya lo creo. Con la Filarmónica tocamos en grandes salas de Europa, como la Concertgebouw de Holanda, la sala de la Filarmónica de Berlín o los auditorios de Madrid. También toqué como solista, incluso obras propias. Hicimos tres giras europeas entre 1992 y 1998, fuimos la primera orquesta latinoamericana que entró en el abono europeo. La Filarmónica de Buenos Aires era entonces la mejor de Latinoamérica. Ya no lo es… Pero sí, soy un músico multifunción, jeje, toqué todos los géneros. Toqué en bailantas de pueblo, como decís vos, y en cabarés porteños y en todos los teatros de revistas de Buenos Aires, en el Odeón, en el Luna Park. Eran tiempos en los que había mucho trabajo.
-¿Y con Sandro?
-Con Roberto toqué entre 1982 y 1986, cuando lo dejé porque yo estaba obsesionado con la clásica y en ese año gané el concurso para entrar en la Filarmónica. Con él hicimos giras por todo el país. Aunque luego se dedicó a la música melódica, él fue uno de los fundadores, si no el fundador, del rock argentino, con aquella versión local que hacía de Elvis Presley. Era un buen tipo, a diferencia de lo que ocurre con otros famosos nunca había problemas de dinero con él. De teoría musical no sabía ni lo elemental, pero tenía un enorme talento, una gran sensibilidad musical. Te hacía un tema en el momento, era muy creativo, muy hábil. Era un artista.
Y allá se va José Piazza. Lleva la trompeta enfundada, para la noche. Antes, dice, tiene una reunión de la agrupación Jubilados Clasistas.

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